Y la historia se repetirá una y otra vez mientras los hondureños no entendamos que, si queremos cambiar las cosas en nuestro país, los primeros que debemos cambiar somos nosotros. Y ese principio se aplica a la cultura, a las costumbres, a nuestra idiosincracia, a la conducta, a la forma de ser y de actuar. En otras palabras, lo que requerimos y urgimos es un cambio de actitud, y eso, solo lo podemos hacer nosotros mismos. Ni siquiera Dios, por más que se lo pidamos en nuestras oraciones, nos podrá cambiar si en nuestro ser interior no existe una verdadera intención de convertirnos en otro tipo de personas.
Una vez le preguntaron a la Madre Teresa de Calcuta -que en realidad era albana, no india- que si ella tuviera el poder de cambiar al mundo, que sería lo primero que cambiaría, y ella respondió que si tuviera ese poder, lo primero que haría sería cambiarse a si misma para luego, con el ejemplo, intentar cambiar a los demás. Y así debe ser.
En Honduras, por más Conaprem u organismos que se creen en Semana Santa, por más policías, bomberos, militares, elementos de la Cruz Roja,Verde, amarilla, azul, morada, anaranjada o del color que sea, que haya en las carreteras, la muerte seguirá cabalgando mientras no cambiemos nosotros mismos y nos demos cuenta que los primeros responsables de nuestra seguridad y la de nuestras familias, somos nosotros mismos.
En Rusia, en la región de Siberia, un incendio en un centro comercial de Kemerovo acaba de dejar 64 muertos, entre ellos 41 niños, y me ha sorprendido ver en la televisión rusa las escenas de dolor, de la conmoción que la tragedia ha generado en todo el país. La gente -de todas las edades- erigiendo santuarios improvisados en las principales ciudades del país con flores, velas encendidas, globos multicolores y peluches, inclusive, frente al Kremlin, en Moscú.
En nuestro país -por desgracia- las tragedias están a la orden del día, y ya ni nos inmutamos ante el dolor de los demás. Por eso debemos cambiar y, en Semana Santa, tener presente que ni el próximo domingo ni nunca nadie va a resucitar, como el Señor.