La ciudad de Gracias, Lempira, se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los destinos preferidos por los hondureños para descansar y conocer. Recordemos que años atrás no se pensaba como un lugar para hacer turismo.
Algunos dirán que este logro se debe a que es la tierra del actual Presidente de la República y, por lo tanto, ha tenido toda la atención y potenciación necesaria para ser un sitio apetecible, pero lejos de lamentarlo hay que celebrar que se ha demostrado que se puede cambiar la imagen colectiva de una ciudad para comenzar a contarla entre los lugares que hay que visitar.
Digo que es un ejemplo porque ha confirmado que a las ciudades no les basta su encanto natural para convertirse en un destino de predilección; no pueden sentarse a esperar a que las personas las encuentren, tienen que proponer, tienen que darle algo qué hacer dentro de ellas a los visitantes.
Los turistas andan buscando distraerse, hacer algo distinto, algunas veces nada más estar tranquilos.
En todos los rincones de Honduras hay algo que potenciar, algo que ofrecer. Los que no tienen un gran recorrido y valor histórico tendrán abundancia de recursos naturales, y los que no, algún tipo de entretenimiento o actividad distinta tendrán que ofrecer a la población.
Países como Guatemala y Nicaragua han hecho de sus ciudades coloniales una verdadera puerta al entretenimiento de nacionales y extranjeros, atrayendo a una cantidad exorbitante de visitantes que están ávidos de conocer por el día los lugares más importantes de la colonia y el pasado reciente, y por la noche de disfrutar de la vida nocturna. Honduras pierde con Comayagua la gran posibilidad de sobresalir en este tipo de turismo.
Honduras es un país que no se puede dar el lujo de ahuyentar a quien la visita, y no debe dejar que los hondureños prefieran salir al extranjero.
También el país cuando piensa en turismo debe pensarlo en función de toda la población. Habrá quien pueda pagar una mediada cantidad de dinero por un viaje, pero habrá quienes no. Buscar abaratar los costos de transporte, alojamiento y alimentación, y abrir espacios accesibles a toda la población en cada rincón, deben ser tareas de la Secretaría de Turismo.
Los beneficios colaterales de la apertura de estos espacios son muchos; desde la promoción de los artistas nacionales, la gastronomía propia de cada sitio, el rubro hotelero y del transporte. A la vez que se fortalece en el colectivo el sentido de identidad nacional, y se mejora la salud mental de todos.
Salir, conocer, distraerse, divertirse no es un lujo, es parte de las necesidades básicas que tiene el ser humano, y es cruel que por ejemplo, en tiempos destinados al esparcimiento como la Semana Santa o la Semana Cívica de octubre que se ha venido celebrando en los últimos años, a muchos, dadas las condiciones económicas, les toque quedarse en casa o asumir deudas extremas si quieren vacacionar. Debería ser una posibilidad para todos.