Nuevamente, recurrimos al apoyo del “mataburro” de Google, para buscar una definición apropiada de la palabra “extravío”, con el fin de asegurarnos que la podemos utilizar correctamente en relación con la situación social, política y particularmente económica que sufrimos los hondureños en este momento.
En efecto, “extraviar” o “extraviarse”, significa perderse, desorientarse, despistarse, confundirse en una o varias acciones determinadas. Por extensión, extraviar a alguien o a una sociedad, significa hacer que esta pierda su camino, su rumbo, su dirección u orientación, haciéndole sumamente difícil reencontrarse con la ruta correcta.
Los últimos indicadores macroeconómicos publicados por las Instituciones supervisoras del desenvolvimiento de las economías del mundo, no son nada halagüeños para el pueblo que sabe como interpretarlas y que le sirven de base para tomar decisiones particularmente en lo que se refiere a inversiones, apertura de nuevas fuentes de empleo y reavivamiento de la actividad comercial del país.
Sin entrar en análisis pormenorizados, podemos decir que Honduras, si se mantiene en los próximos años dentro del marco de las políticas públicas equivocadas, no tiene esperanzas a corto plazo de superar los vergonzosos grados de pobreza, de miseria, de desempleo, de violencia, de insalubridad y de frustración.
No es que estemos más pobres, estamos siguiendo el mismo patrón que ha caracterizado la economía del país por décadas. Cuando nuestras autoridades se ufanan de alcanzar un crecimiento de entre 3% y 4% de nuestro Producto Interno Bruto para este año 2024, no nos están diciendo absolutamente nada, ese es el ritmo crónico que hemos sostenido por décadas, y ese indicador solo es sinónimo de estancamiento porque al considerar el aumento en la tasa natural de crecimiento poblacional y el elemento inflacionario, es como estar bailando rock en un mismo ladrillo.
Lo más triste de este drama, es que los inexpertos, incapaces funcionarios que tienen la responsabilidad de velar porque se corrijan las circunstancias adversas en que nos desenvolvemos, procurando encontrar soluciones inteligentes a los problemas que nos aquejan, o nunca tuvieron la capacidad para asumir las tareas o su formación académica fue escasa o nula, o su voluntad política de cumplir con el deber nunca existió.
A esto podríamos agregar la obcecación partidaria disfrazada de principios ideológicos que nubla todos los sentidos de las personas no formadas. La terquedad, la soberbia, la intolerancia a la crítica constructiva, el desprecio por los que no comulgan con sus raquíticos objetivos políticos los induce a conducir a todo un pueblo inocente al despeñadero.
Frescos están los acontecimientos de la gran Siria, donde un emperador tiránico por 25 años, en muy pocas horas, vio derrumbarse las paredes de sus fortalecidos palacios, sembrando la semilla de la esperanza de un nuevo gobierno amante de la libertad.
Nos causa pesar el desaprovechamiento de estos últimos tiempos en Honduras, alguna gente capaz, pensante, prometedora, con oportunidades históricas de provocar el cambio, sucumbieron frente al influjo de la mediocridad.
