Justo en este momento, su nombre se escucha por el parlante, él se pone de pie con mucha felicidad para atender su llamado con la esperanza que será una atención personalizada y podrá ser escuchado, pero, es ahí donde comienza el mayor martirio de la consulta.
El “psiquiatra” con voz altanera y prepotencia le indica que pase y se siente, sin siquiera tener un contacto visual con él. Comienza a leer en voz alta su expediente como si fuese un niño que está siendo castigado por la forma en que trabaja su cerebro. Jaime con temor solo responde con voz temblorosa con un “sí” o un “no”.
El “psiquiatra”, sin realizar un estudio más minucioso, lo satura con medicamentos que lo único que harán es sedarlo. Jaime solicita al “psiquiatra” sesiones de terapia, el “psiquiatra” sin levantar su mirada solo expresa: “Dentro de tres meses y veremos si la necesita”. La mala sensación no quedó ahí, Jaime ahora debe pasar por caja, Farmacia, Unidad de Admisión en donde el trato es poco amable y hasta se esconden para no atender cuando ya se acerca la hora de salida.
Jaime, con mucho desgaste mental y físico, sale con su bolsita repleta de esperanzas y medicamentos para la restauración de su salud mental y emocional.
Como Jaime, más de 400 personas acuden todos los días a estos hospitales en busca de “ayuda profesional”, que más que ayuda se convierte en un calvario, desde el trato de los practicantes de las diferentes universidades hasta los especialistas que devengan un salario y en donde hacen un juramento de “velar con sumo interés y respeto por la vida humana”.
Es de urgencia analizar la situación por la que atraviesan los hospitales psiquiátricos y los pacientes de estos, ya que el gobierno no tiene interés en realizar esfuerzos en la mejora de la problemática. La salud mental fue una de las tantas promesas que hizo nuestra presidenta Xiomara Castro, en donde reconoce la desatención en salud y sobre todo la mental.
Mencionando que sería un 12% para servicios de salud mental y el 88% para los tres hospitales psiquiátricos: Mario Mendoza en el Distrito Central, Santa Rosita en el Valle de Amarateca, y Hospital San Juan de Dios en Cortés.
Entonces, aquí va mi pregunta: excelentísima presidenta Xiomara Castro, ¿cómo podemos apoyar a estas personas que llegaron al límite de sus posibilidades y que están sufriendo porque consideran que la única posibilidad de parar este sufrimiento es quitándose la vida?