Instrucciones para no llorar

“El primer recurso para no llorar es la fantasía, esta se encuentra en la ficción, aunque a menudo se puede encontrar en la realidad”

  • 07 de enero de 2025 a las 00:00
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Partamos del supuesto de que todos, al menos en este país, tenemos una razón para llorar. No creo que unas sean más válidas que otras, considero que el dolor no es proporcional a la causa sino a la persona que sufre la consecuencia. Eso nos libra como seres humanos de la crítica de los sufrimientos ajenos. Ya verá usted qué importante es alejarse del otro para esta empresa que hoy le propongo.

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El primer recurso para no llorar es la fantasía, esta se encuentra en la ficción, aunque a menudo se puede encontrar en la realidad. Pero debe tener cuidado a qué tipo de fantasía se acerca, porque hay alguna que no hace más que remitir a las peores realidades del ser humano y, por lo tanto, el objetivo de obviar la realidad se desvanece. Lo mejor en este caso sería acercarse a una fantasía vacua, a una que nada más altere la realidad sin un sistema que lo haga reflexionar. Esto con el fin de fingir que usted no tiene problemas.

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Sí, el objetivo sería esencialmente alienarse, de esa manera usted ya no empatizaría, que es el segundo paso. Para dejar de empatizar usted deberá seguir una especie de canon, en el que convertirá todo en una fría (y a veces engañosa) estadística: las muertes, la pobreza, las injusticias, todo. Es increíble cómo nos podemos mentir a nosotros mismos con los números, pero, como habrá notado, para no llorar es indispensable mentirse. Por otra parte, una fuerte sensibilidad lo llevaría a saber cuán doloroso puede ser un 70 por ciento. Del mismo modo, instrúyase en eufemismos. Eufemismo: cobertura de azúcar que le ponemos a los comestibles más amargos. Y si me pongo enciclopédico, debería decir que nos ayuda esencialmente a dos cosas: deglutir mejor (si seguimos con la metáfora) y vivir en paz.

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También deberá a aferrarse a verdades ya fabricadas por otros, porque la búsqueda de esta es dolorosa y usualmente confrontativa con el mundo. De todos modos vivimos en una sociedad del empacado industrial y no de la elaboración artesanal. Piénselo, se llora, sobre todo por lo propio, lo individual y como vimos para llorar por el otro, es necesario empatizar, que es ponernos en lugar de alguien más, es decir, es como si hiciéramos nuestro ese dolor. En otras palabras, se llora en primera persona, por eso, si usted está masificado, si se entiende no como individuo sino como parte de un numerito más de la masa, le aseguro que no llorará.

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Es probable que con el tiempo le llegue la insensibilidad, en este punto puede que no sea necesario esconder el dolor detrás de unos números o de los eufemismos. Y es vergonzoso decirlo y hasta un poco deshumanizante, pero puede que el drama humano se convierta en simple y llano espectáculo, un tarro frío y cremoso de morbo. Pero si se llega a ese punto el proceso, entonces, se habrá completado. De vez en cuando, puede que tenga que reprimir algún impulso, ya existen suficientes mecanismos sociales para la represión del llanto (¿Se da cuenta? ¡Represión!).

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Claro, existe el otro camino: el del llanto, el que es un poco más difícil de transitar, sobre todo para una sociedad insensible y prejuiciosa, pero le aseguro que es el más humano y el más liberador. De hecho, confío más en las personas lloronas. Le aviso, aunque probablemente ya lo sepa, que las instrucciones para llorar las escribió hace décadas Julio Cortázar. Le recomiendo que las busque y las lea (o relea).

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