El sentimiento nacionalista de pertenencia a América y no a España fue creciendo entre los criollos, lo que se percibe nítidamente en los escritos de Valle. La particularidad del proceso independentista en América Central, nos recuerda la historiadora francesa Catherine Lacaze, estribó en que “no obtuvo su independencia mediante conflictos armados... sino proclamándola tras la de México en 1821, lo que hizo que el origen de la patria no fuera tan evidente como en otros países del continente”. Para 1821, la Capitanía General de Guatemala estaba poblada por un millón de habitantes: 650,000 indígenas, 310,000 mestizos y mulatos, 40,000 blancos, aproximadamente.
La Provincia de Honduras estaba poblada por 87,519 personas, dispersa en los valles de interior, separados entre sí por montañas, lo que dificultaba la comunicación inter-regiones. La minería (en crisis), la ganadería, la agricultura para consumo interno constituían las actividades económicas. Era una sociedad mayoritariamente rural, con dos principales centros urbanos: Comayagua, sede de las autoridades civiles y eclesiales, y Tegucigalpa, de origen minero-mercantil, con una población de 3,804 personas, en tanto Comayagüela, poblado indígena, 1,696; Suyapa, La Sosa, Travesía, 308; Támara, 302; Mateo, 131; Yaguacire, 312; el mineral de San Salvador y Villanueva, 126; aldea de Jacaleapa, 173; Río Abajo, 504; Río Hondo, 497. Total, 7,853 habitantes (cifras proporcionadas por el geografo William Davidson).
La última obra pública construida en el periodo colonial en Honduras fue el puente enlazando la Villa de Tegucigalpa con Comayagüela, tendido entre 1795 e inicios de 1821, siendo alcalde mayor Narciso Mallol.
Un 15 de septiembre de ese año, reunidas los principales funcionarios militares, civiles y religiosos en la ciudad de Guatemala, optaron ante lo inevitable: separarse del Imperio español, procediendo unilateralmente a decretar la emancipación política, encargando al hondureño Valle la redacción del Acta, documento condicionado a ser aprobado o rechazado a lo que dispusieran las provincias, enviando delegados a un Congreso que adoptaría la decisión final. Los acontecimientos en México encabezados por el criollo Agustín de Iturbide, quien el 28 de septiembre de 1821 proclamó la independencia, alteraron lo dispuesto por la élite hispano-criolla en la sede del Reino de Guatemala.
Para 1821, España era un imperio decadente: invadida por Bonaparte en 1808, el liberalismo hispano temporalmente limitó los poderes absolutos del monarca emitiendo la Constitución de Cádiz (1812), influyente en la legislación hispanoamericana post independiente, para ser derogada al ser restaurado en el trono Fernando VII (1814). Las tensiones acumuladas entre los peninsulares y criollos, ambos integrantes de la élite, fueron intensificándose por la negativa real de permitir el libre comercio entre las colonias con Inglaterra -la potencia mundial financiera y militar, pionera en impulsar su Revolución Industrial-, impidiendo así que la producción agropecuaria de las haciendas y plantaciones criollas encontrara mercado exportador distinto al peninsular, controlado por el monopolio gaditano y el Consulado guatemalteco, que arbitrariamente fijaban los precios de compra y venta.