Columnistas

La importancia de la tradición oral

La literatura nace como tradición oral, es decir, que las historias eran contadas de boca en boca, de generación en generación, hasta que alguien, cuando existieron las condiciones, logró ponerlas por escrito y darles por fin una forma fija.

Los grandes mitos griegos, judeocristianos, asiáticos, mayas y demás relatos sobre las divinidades y los humanos nacieron en una conciencia colectiva que buscaba de alguna manera explicar lo que sucedía alrededor. Cada pueblo le daba a la historia su identidad. Todos esos textos que hoy podemos conocer están llenos de sabiduría, no de un sabio o un filósofo específico sino de la sabiduría del pueblo.

Nuestras sociedades latinoamericanas recientes y actuales también tienen sus propias historias orales, que por supuesto están llenas de una incalculable sabiduría. Muchas de ellas son historias muy antiguas, que conocen solamente las generaciones mayores.

Es típica la escena de los abuelos relatando cuentos llenos de realidad y fantasía a los nietos. El problema es que muchas de ellas con los años van quedando en el olvido, y con el paso del tiempo nunca vuelven a ser relatadas.

Con la desaparición de estos relatos se están yendo a un abismo sin retorno muchos siglos de sabios consejos y lecciones de vida. Aunque se trate de relatos comunes en toda América Latina, cada país y cada región tiene sus propios aportes, su propia riqueza.

Es por eso que cada país, debe velar por la conservación de ellos, y Honduras no es la excepción.

La situación se vuelve más dramática cuando son relatos que nacieron y pertenecen a una cultura específica, por ejemplo la miskita, tawahka, chortí o pech.

El problema aquí es que contrario a los relatos del resto del país, estos son conocidos por una población mínima, y muchas veces los abuelos que solamente hablan su lengua materna no se los pueden contar a sus hijos, nietos o miembros de la comunidad ya que estos solamente hablan español, lo que hace imposible la comunicación.

Aquí cabe también la historia de los pueblos, los mitos, la gastronomía, las medicinas naturales y la visión de vida.

En lo anterior radica la importancia de “salvar” las lenguas indígenas y de conservar su cultura y sus relatos, y más allá de eso difundirlos, porque Honduras es ese mosaico cultural que a veces queda en el olvido.

El Estado ha hecho algunos esfuerzos en la recolección de relatos para textos escolares adaptados a la cultura y lengua de los diferentes pueblos de Honduras, del mismo modo que hubo ya varios esfuerzos aislados, pero no ha sido suficiente.

Recientemente, se han publicado los primeros cuentos en pech, un trabajo en conjunto de la investigadora internacional Claudine Chamoreau y Ángel Martínez, y la comunidad pech en general. Acción que debería replicarse para cada pueblo indígena y afrohondureño, y claro, para cada región ladina del país.

Son estos valiosos esfuerzos los que irán poco a poco reivindicando la cultura de nuestros pueblos, nuestra tradición oral y ayudarán al fortalecimiento de nuestra identidad, a través de la literatura.

El primer llamado es el gobierno junto a los pueblos que deben exigir estos derechos y por supuesto también la academia.