Leyendo el fuego cruzado que es la red social X, antes Twitter, me produjo risa el adjetivo calificativo de “zalamero” que le propinó una persona a otra por defender a su caudillo. Este pequeño episodio me dejó pensando en que dedicamos bastante energía a analizar a los poderosos, pero muy poco análisis le damos a sus seguidores férreos, a sus fans, a sus aduladores.
Los aduladores políticos han existido a lo largo de la historia y seguirá habiendo porque, en términos sencillos, son los parásitos del poder. Como este siglo XXI ha venido a configurar nuevos patrones de liderazgos políticos, también ha surgido una nueva modalidad de adulación llena de resentimiento, venganza y envidia que se conecta tecnológicamente para esparcir su toxicidad. Siempre hacen de masajistas de egos y tapaderas de inferioridades; humillándose hasta lo vergonzoso para congraciarse con el poder. Pero lo que tenemos ahora son aduladores de izquierda o derecha que levantan a los autócratas en pedestales a través de “likes”, mensajes de odio, desinformación y la viralización de polarización tóxica. Estos aduladores, socavan los pocos valores democráticos al alabar las decisiones irracionales, al practicar el culto a la personalidad y dar apoyo incondicional a la causa autoritaria convirtiéndose en los verdugos de los linchamientos públicos contra voces disidentes.
Esta caracterización demuestra que el adulador del siglo XXI no solo actúa por incentivo material como la obtención de un empleo público. Existe un trasfondo emocional, fuera de lo transaccional, que vuelve al adulador más complejo y motivado. Partamos de una realidad: el autoritarismo es sencillo, rápido y fácil; mientras que la democracia es compleja, lenta y engorrosa. Es natural que las personas se sientan atraídas por las ideas autoritarias, especialmente cuando la democracia no les produce resultados. Es así como el viejo orden está desfasado, no tiene sentido y hay que crear uno nuevo. Y es ahí donde el adulador de hoy encuentra su vínculo más estrecho con el autócrata populista que les demuestra que las élites del pasado son las culpables, que las instituciones públicas se pueden adaptar en la marcha y que Honduras requiere refundarse o replegarse, según el espectro ideológico en el que esté parado.
Anne Applebaum, autora de “El ocaso de la democracia: La seducción del autoritarismo”, cita un ensayo de 1927 que dice: “Nuestra época es de hecho la época de la organización intelectual de los odios políticos”, refiriéndose a los grupos de intelectuales europeos que se organizaron y trabajaron para apoyar la causa fascista y comunista. Hace casi cien años, estos aduladores reconocieron que para construir su nueva sociedad basada en una raza suprema o la victoria del proletariado, se requiere la violencia y el miedo. Es hora de prestar más atención a los aduladores porque sin ellos los proyectos autoritarios no se pueden llevar a cabo.