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¿Por dónde empezamos? (Contestando a Carmen Yadira)

En 1999, te contesté desde la Quinta Montaña, hoy quiero responder a tu pregunta siendo una mujer madura, mi padre me diría con una visión prospectiva de “Honduras: Un mañana sin pobreza”, y mi hijo me diría, comencemos por sonreír, escucharnos y ser tolerantes. Han pasado muchos años y la vida me ha enseñado muchas cosas, he visto caerse bastones en los que uno se sostenía y en especial, sé que hay avances, retos y necesidades que debemos evaluar. Tú planteas lecciones aprendidas, yo diría que también hay buenas prácticas. Tú destacas la maravillosa solidaridad, yo te contesto que eso se debe a que aún existe en Honduras lo que dice Rebecca Grynspan: “La goma que articula las sociedades”, ese capital social que no existía antes del Mitch y ahora es fuerte; hay ejemplos, pero cito a las juntas de agua, las cajas rurales, las asociaciones de microempresarios y otras, todos vinculados al mundo real no al ideal, todos con polo a tierra no viendo las estrellas, con un recorrido de más de veinte años soportando vaivenes económicos, ambientales, políticos y sociales. Pero los debemos articular e incluir, ellos son los verdaderos representantes de los territorios.

Finalmente, pasas de la emergencia a la construcción de un edificio con cimientos fuertes, y allí sí quiero que rescatemos tu pensamiento y con este artículo vayamos adelante; mi deseo es que otros nos sigan con el objetivo genuino de construir.

Esther Duflo dice: “Lo que nos falta son ideas que nos ayuden a saltar el muro del desacuerdo y la desconfianza que nos separa. Si podemos implicar al mundo en esta búsqueda, y a las mejores mentes globales para que trabajen, entre otros, con gobiernos y ONG…, existe la posibilidad que la historia cambie”. Esa verdad, Duflo, escrita por una joven como tú, que es premio Nobel y se ha dedicado a demostrar evidencia lo que funciona y lo que no funciona de las políticas públicas, centra su pensamiento en buscar ideas eliminando el desacuerdo y desconfianza. Y al buscar en mi experiencia, la de mi padre y mi hijo, encuentro temas claves.

Primero, el país que queremos y soñamos por principio y por convicción debe ser seguro para vivir, sostenible y resiliente al cambio climático, productivo para lograr el equilibrio económico, alegre pues contagia de positivismo, autocrítico, pero constructivo. Ante todo, un país construido y desarrollado por hondureños y hondureñas. Tender la mano es tan fácil, ¿conseguir recursos? Mira todo lo que se consiguió con el Mitch y dónde estamos, aquí se requiere trabajo, ideas, pensamiento, reconversión productiva, financiamiento inteligente, tolerancia y visión de futuro.

Lo anterior redunda en tres aspectos como respuesta a ¿por dónde comenzar?: (i) volver a planificar con pienso y no con inmediatez, (ii) pasar de la visión y los ideales a la acción transparente y ética y (iii) tender un puente para construir Honduras, donde el desacuerdo, la desconfianza y la corrupción se transformen en transparencia, integridad y tolerancia. Sin ello, podemos escribir miles de planes y proyectos y dentro de veinte años nos volveremos a escribir, y tú te preguntarás adónde hemos llegado, ojalá sea al país de ese edificio fuerte; si es así, habremos recorrido como país el camino y sendero del desarrollo. Querrá decir que tú has llegado, significará que mis sueños se habrán convertido en realidad para la honra de la memoria de mis dos ángeles, mi Padre y mi Hijo.