Opinión

Conejo y la oportunidad

Centroamérica se compone fundamentalmente de seis Estados cuyos gobiernos, según lo establecen sus constituciones, se conducen bajo los parámetros del modelo republicano. Esto significa que el Estado se encuentra sometido, por voluntad soberana del pueblo, a un sistema en el que diferentes órganos ejercen el poder legislativo, ejecutivo y judicial y en el que todos los cuerpos están sujetos al imperio de la ley.

La ley tiene su origen en la voluntad soberana del pueblo, que ejercida por medio de sus representantes en el Congreso de la República, la transforma en disposiciones legales de obligatorio cumplimiento para todos, especialmente para los funcionarios públicos, quienes se encuentran regidos por un estándar de conducta más riguroso que el del ciudadano común y que se traduce en el principio de legalidad.

Una de las fuentes principales de la ley son los tratados y convenios que un Estado suscribe en ejercicio de su soberanía y que luego son aprobados por los congresos y ratificados a lo interno, convirtiéndolos consecuentemente en leyes de obligatorio cumplimiento.

El Sistema de Integración Centroamericana (Sica) fue creado mediante la suscripción del Protocolo de Tegucigalpa que reformó la Carta de la Odeca. El Protocolo fue suscrito por Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá el 13 de diciembre de 1991. El objetivo principal se encuentra en el artículo tercero, el cual establece en su parte conducente que “El Sistema de la Integración Centroamericana tiene por objetivo fundamental la realización de la integración de Centroamérica para constituirla como región de paz, libertad, democracia y desarrollo”.

Este mandato, es decir, esta “orden” inequívoca e incuestionable que los pueblos centroamericanos han expresado a sus gobiernos, pasados, presentes y futuros, no puede ser objeto de discusión. Los gobiernos y sus presidentes o mandatarios, sometidos al principio de legalidad que no les permite salirse de este marco, no tienen más opción que actuar consecuentemente con esta instrucción.

Es por eso que la decisión que el Presidente de Honduras y el Presidente Electo de El Salvador han tomado de conversar como centroamericanos, inspirados en la voluntad soberana de nuestros pueblos que les ordena tener como objetivo fundamental la realización de la integración de Centroamérica, para constituirla como región de paz, libertad, democracia y desarrollo, constituye el camino correcto para encontrar la mejor alternativa de colaboración para el desarrollo de la zona del Golfo de Fonseca.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Francia y Alemania encontraron el camino del desarrollo a través de la Comunidad del Carbón y del Acero, convirtiendo una situación potencialmente conflictiva en una gran oportunidad de desarrollo que sentó las bases de la que hoy es la Unión Europea.

Jean Monnet y el canciller Konrad Adenauer, actuando como verdaderos estadistas, visualizaron la oportunidad no solo de extinguir por completo las brasas que aún quedaban encendidas después de la guerra entre los países europeos, sino también de convertir una situación económica que hacía que los intereses de ambos países chocaran, en una oportunidad de alinear estos intereses en función del interés colectivo europeo e incentivar una conducta de cooperación.

Si Alemania y Francia lo pudieron lograr, luego de haber pasado por el conflicto bélico más terrible de la historia, por qué El Salvador y Honduras no pueden encontrar esos intereses comunes que, basados en el mandato del pueblo centroamericano, nos hagan convertir la zona del Golfo en una de paz, libertad, democracia y desarrollo. Esta es la oportunidad que nos ha traído Conejo y quienes la sepan aprovechar serán reconocidos por la historia.