La adquisición de hábitos, de comportamientos, va a configurar la personalidad humana. La libertad de las persona podrá tomar la decisión que prefiera, pero considerando que quien siembra actos cosecha hábitos. Moralmente, quien siembra hábitos cosecha la configuración de su carácter.
La repetición de algo requiere un esfuerzo de la voluntad, pero si damos “alas” a la libertad sin coartarla nos estamos jugando resultados de conducta poco apetecibles en una sociedad que acoge la irresponsabilidad como algo irrenunciable, lo que se consigue con una libertad sin voluntad.
Los hábitos positivos intentaremos que tomen carta de naturaleza pronto en el niño, pues nos estamos jugando, como leí, que el joven quede a merced a la “ley de gustos”
La fuerza de voluntad no viene caída del cielo. Puede haber una predisposición genética (y también las concupiscencias), pero la conseguimos con la negación a lo fácil, con el esfuerzo mayor o menor, según las capacidades de cada uno.
De Demóstenes, hablan que corrigió se tartamudez de niño corriendo y llevando piedrecitas dentro de la boca, llegando a ser un gran orador.
La reciedumbre en la enseñanza es necesaria, no recurriendo a lo de “la letra con sangre entra”, pero sí la exigencia necesaria. Tal vez Unamuno tendría razón al decir.
“Quien enseña jugando, terminará jugando a enseñar”.
Y Mercedes Ruiz, en “Los límites de la educación”, da con la tecla de la educación en España cuando dice, “millones de adolescentes de 13 a 18 años están siendo educados por otros adolescentes de 30 o 40 años”.
¿Verdadero o falso? Juzguen los resultados.