El espíritu festivo que acompaña la Navidad suele traducirse en excesos que ponen en riesgo la vida, la salud y las finanzas. El consumo de alcohol se dispara para esta temporada y al calor de sus efectos también los accidentes de tránsito, las riñas con arma blanca y de fuego, así como los casos de violencia doméstica. Y hay que mencionar el impacto que tiene en el presupuesto familiar la adquisición de bebidas en grandes cantidades.
Muchos no conciben la Navidad sin la pólvora, pese a que cada año hay niños y adultos que resultan mutilados y severamente quemados por su manipulación. Riesgo innecesario y dinero que es, literalmente, quemado, cuando bien se le puede dar mejor uso. Otros, gatillos alegres, hacen disparos al aire, acto irresponsable que más de una vez ha terminado en tragedia.
La Navidad es también una época en la que se come en exceso, con el consiguiente perjuicio para la salud, además del derroche que contrasta con la escasez en muchos hogares donde apenas se tiene para comer. Y por último están las compras suntuarias o innecesarias en las que muchos padres de familia gastan el aguinaldo, exceden el límite de la tarjeta de crédito y hasta hacen uso de préstamos a altos intereses que la banca otorga con mucha facilidad si es para el consumo. La felicidad que supuestamente resulta de estas conductas es transitoria e irreal, como suele comprobarse en enero, mes difícil en el que debe cumplirse con los gastos escolares y cuando muchos se endeudan más o acuden a las casas de empeño para salir del paso.
Tales excesos contrastan con el verdadero sentido y significado de la Navidad, así como con la realidad de un país tan pobre como el nuestro, donde pobladores y gobierno deben aprender a ajustarse a sus posibilidades y no presumir con lo que no se tiene.
Por eso es nuestro llamado para que estos días sean de mesura, sensatez y prudencia, no de excesos y conductas temerarias o irresponsables. Y para que ese espíritu navideño se manifieste compartiendo con quienes menos tienen, conviviendo en familia y asumiendo como propio el mensaje de amor, paz y unidad que trajo al mundo el niño que nació en un humilde pesebre.