Editorial

Migración y diálogo

Mientras en la capital hondureña los líderes de la clase política siguen sin ponerse de acuerdo para ir a una mesa de diálogo a buscar respuestas a las causas de las crisis que tiene semiparalizado al país, en los puntos fronterizos miles de hondureños siguen saliendo en pos de mejores estadios de vida lejos de la tierra que les vio nacer y que no les brinda las oportunidades para soñar con una vida decente para ellos y sus familias. Y lo más doloroso es que muchos de los migrantes son niños.

EL HERALDO tuvo acceso a un documento de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados (ORR, por sus siglas en inglés) del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos (HHS) en el que se revelan cifras escalofriantes.

Para el caso, exponen que en los últimos cinco años, 55,828 menores de edad hondureños fueron confinados en refugios autorizados de 17 estados de los Estados Unidos. Dice el informe que entre enero y julio de este año registraron el ingreso de 43 niños por día para un aproximado de 8,400 niños en 28 semanas y que 538 de ellos fueron separados de sus padres durante la política migratoria “tolerancia cero” impulsada por el presidente Trump. Estas cifras coinciden con las publicadas por la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, en el que se reporta la captura de 7,460 familias hondureñas en tan solo dos meses (junio y julio de 2018). Eso representa un crecimiento de 198% respecto a los detenidos en los dos meses anteriores (abril y mayo). De mantenerse esta tendencia, la cifra de familias aprehendidas en la frontera estadounidense al final de este año será la más alta registrada desde 2016.

Las cifras solo reflejan que las familias hondureñas siguen huyendo de la precaria situación económica que vive el país y de la falta de oportunidades para superar los problemas de pobreza que enfrentan. Estos datos deberían estar en manos de los líderes de la clase política para que hagan un alto y reflexionen sobre su accionar y la necesidad de que se sienten a buscar solución a sus diferencias, las que al final del día no benefician a quienes esperan pacientemente que el Estado atienda sus necesidades básicas. Ellos, los pobres, no piden más.