Editorial

Otra vez las caravanas

Unas 800 personas iniciaron este fin de semana en el norte de Honduras el largo y peligroso camino que los lleva en busca de lo que ellos consideran el “sueño americano”. En esta ocasión no solo iban hondureños. A ellos se unieron decenas de personas de otras nacionalidades, incluidos nicaragüenses, cubanos y venezolanos, quienes a pesar de los lejanos territorios en que nacieron, cargan sobre sus espaldas un común denominador: huir de la pobreza, la violencia, la delincuencia, el desempleo, entre otros males, a los que sin duda les han sometido los gobernantes de sus países.

La travesía que les espera es totalmente incierta, pero “es mejor que quedarse”, justifican algunos que han logrado continuar su camino a pesar de las operaciones ordenadas por las autoridades guatemaltecas para cerrarles el paso.

El tema de la migración ilegal no es nuevo y salta a las agendas de los gobiernos cuando la salida de las caravanas se hace pública, porque se sabe que de Honduras unos 500 hondureños y hondureñas por día huyen del país en busca de oportunidades para mejorar su vida y la de sus familias.

Importante es que las autoridades gubernamentales asuman su responsabilidad e impulsen de una vez por todas los proyectos y programas para enfrentar el desempleo, que sin duda sigue siendo el principal factor que arrastra a los hondureños a migrar, y que sienten las bases para atraer la inversión que se requiere para que genere esas oportunidades, sin olvidar profundizar la lucha contra la corrupción, única forma de garantizar que los recursos del Estado se destinarán a la reducción de la pobreza que agobia a más del 70% de la población.

Hoy que estamos a las puertas de un nuevo gobierno, se requiere, más que nunca, de menos palabras y de más hechos tangibles para evitar que más hondureños y hondureñas sigan exponiendo su vida en la peligrosa ruta del migrante.