Opinión

Jugando con el hambre del pueblo

Los políticos tienen visión y garras de águila, miran más allá del hombre común y su garra aprieta para no dejar ir la presa.

Cuando se instauró en los noventa el gobierno de la “nueva energía” se impusieron las medidas neoliberales con el eslogan de la venta de las empresas estatales a la empresa privada, fue ahí donde comenzó a rodar la bola que se llama privatización, se vendieron las cementeras a precio de gallo muerto y se empezó a vaciar la represa El Cajón para introducir las generadoras térmicas.

Estos contratos leoninos empezaron a descapitalizar poco a poco a la empresa estatal, la cual tiene que pagar millones de lempiras cada mes y tiene un déficit presupuestarios debido a la extracción sistemática de tres instituciones: empresa privada, el Estado y el sindicato; al día de hoy será entregada a la empresa privada para la generación, transmisión, distribución y venta de la energía que hace mover a la industria, el comercio y las residencias.

Se ha entregado a Hondutel a una muerte lenta pero segura, no han querido efectuar la recuperación de la misma ya sea a través de operadores de bandas internacionales o los planes de rescate fomentados desde el interior de la misma o los propuestos por las comisiones interventoras.

Saben que los negocios jugosos con las operadoras internas que han usufructuados desde las bandas y estructuras que posee la estatal han hecho que esta entre en un estado de letargo, coma y muerte, para venderla, también a precio de gallo muerto. Una vez vendida Hondutel será rentable. El negocio pensado en los noventas será al fin realidad dejando multimillonarios a los que por unos pocos dólares la adquirirán.

Las carreteras se han construido con los préstamos que han hecho los organismos internacionales, estas están dadas en concesión a Coalianza, la misma suerte han corrido la Portuaria, los aeropuertos, la minería y todo lo que se pueda “robar” legalmente a través de leyes emanadas desde el Congreso Nacional.

Los acontecimientos últimos han dejado entrever que los políticos que nos han gobernado por más de cien años siguen siendo mañosos, mentirosos y que siempre velarán por los intereses creados para sus argollas empresariales o, mejor dicho, la plutocracia. Como morderse entre ellos si son lobos de la misma manada, y comen de las mismas presas.

Introducir un decreto ley donde se incrementa a un 15% a la canasta básica y afectando hasta las tripas de los semovientes es no tener hígados y estómago para dejar caer tan terrible golpe al pueblo extremadamente pobre. Muchos habitantes por no tener más dinero para paliar sus necesidades llegan a consumir consuetudinariamente estas piezas de las reses y cerdos, ya que tienen vedado los manjares de estos cuadrúpedos.

Lo anterior es una jugada política entre los cachos y los cheles, haciendo misas negras y teniendo el tamal preparado solo para llegar a desenvolverlo y engullirlo.


Ellos se coluden para tomar posturas y decir que no serán una fuerza opositora, que no desean formar parte del gobierno, extraño razonamiento si toda la vida han vivido del poder y sus mieles.

Ha quedado en entredicho el partido colorado que hoy asume una postura de Robin Hood, y que llama a la población a través de sus voceros llamándose los sufridos que luchan por el beneficio de las mayorías, ese cuento a otro tonto.

Gobernar es fácil si van a afectar de manera indiscriminada al pueblo que estoicamente o sumisamente soporta todo. Se les olvida que ellos prometen el sol, la tierra y la luna, al final de cuatro años lo que vemos en nuestras vidas solo es oscuridad y tinieblas.

Coludirse para afectar a los millones de personas por intereses sectarios es un acto de bajeza repugnante. Si van a gobernar deben hacerlo para el bien de todos, dejando atrás a las argollas económicas y de poder que hacen que el pueblo se debata en la miseria y que cada día se sienta en el horizonte la sombras de una Honduras sumida en la vergüenza, la ignominia y que llena de hambre, de dolor y de miseria a la colectividad que ha puesto sus esperanzas para una vida mejor en los más ilustres que son nombrados para gobernarnos, y que su eslogan debería ser el bien común y no de unos cuantos lobos que aúllan en la misma loma.