Opinión

La Honduras católica, constituida por compatriotas de diversa condición social, económica y étnica, conmemora hoy el día consagrado por el calendario eclesial a la patrona de la nación: la Virgen de Suyapa.

Esos festejos devocionales son múltiples: desde las plegarias hasta los cánticos, reflejando el amor filial de sus hijas e hijos que le imploran paz, empleo, salud, amor, bienestar espiritual y material, particularmente en tiempos tan violentos e inciertos como los actuales, proclives a la desesperanza y pérdida de fe.

Ciertamente, es fácil asumir estados de ánimo pesimistas y descreídos, partiendo del hecho que la corrupción y la impunidad debilitan un sistema judicial de suyo débil y sesgado, que favorece al poderoso y castiga al menesteroso.

Empero, el poder de convocatoria de la Morenita hace que la incredulidad desaparezca y se renueve el optimismo en lo que pueda deparar el porvenir, toda vez que gobernantes y gobernados alcancen visiones y objetivos compartidos, teniendo como punto focal y convergente el bien común.

Esos son los deseos de la inmensa mayoría de compatriotas, tanto los que residen dentro como fuera de las fronteras patrias. Y es que la madre naturaleza ha dotado a Honduras tanto con recursos humanos como naturales que posibilitan alcanzar estadios de superación, equidad, igualdad de oportunidades, siempre y cuando prevalezca el Estado de derecho, en que la ley se aplique por igual a pudientes y pobres, a seres urbanos y a habitantes rurales, a ilustrados y analfabetas.

Las festividades que exaltan a la Virgen deben caracterizarse por la espiritualidad, la devoción y el recogimiento, necesarios para examinar nuestra vida interior y enmendar el transitar por los laberintos de la maldad y la violencia para retornar al ancho y recto camino de la integridad y honestidad.

El aprovecharse del fervor colectivo para lucrarse de forma mercantil o política debe ser repudiado, por cuanto tanto este 3 de febrero como los restantes días del año deben ser dedicados a la piedad y la reflexión, la solidaridad y el sentido de compromiso para con el prójimo doliente.

Ojalá logremos encontrar puntos coincidentes que permitan unir voluntades y energías, esfuerzos y perseverancia en pos de una patria por todos compartida, por un hogar común en que todas y todos podamos contribuir a dignificar y fortalecer la patria, preservándola de los embates e intrigas, de las asechanzas y manipulaciones.

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