Soy un ama de casa de 67 años que siempre he criticado el constante irrespeto y el maltrato para las mujeres, tanto en sus hogares, como en la calle, en los trabajos y hasta en los medios de comunicación.
No recuerdo nada de la lucha para que las mujeres tuvieran derecho al voto en Honduras, pero me parece increíble que hace algunas décadas se nos tratara tan mal a las mujeres que ni siquiera se les permitiera votar, ni ser lo que querían ser.
Pero todavía hoy, incluso en el marco del esfuerzo que hacen algunas personas e instituciones para incorporar a la mujer en todas las actividades políticas, económicas, profesionales, sociales, etc., se hacen algunas cosas con las que yo no estoy de acuerdo porque, me parece, que son más bien discriminatorias tanto para los hombres como para las mujeres.
Y una de esas cosas es cuando, por ejemplo, quieren obligar a una directiva, a un partido político o a una empresa a incluir un determinado número de mujeres en tal o cual puesto.
La no discriminación significa más bien escoger a alguien para hacer algo no porque sea hombre, mujer, homosexual o discapacitado, sino simple y sencillamente porque es apto para hacer las cosas bien. Si a mí me meten en algo solo porque soy mujer, la verdad es que me siento discriminada y peor se sentirán los que también aspiraban, pero quedaron fuera solo por no ser mujeres.