Probablemente hayan notado que la candidata presidencial por el Partido Verde, la Dra. Jill Stein, no participó en el debate presidencial “abierto”, con participación del público, en la Universidad de Hofstra, Long Island, el pasado martes por la noche. Stein estaba encadenada a una silla en una estación de policía cercana, en Nueva York, junto a su compañera de fórmula, la candidata a la vicepresidencia Cheri Honkala. Su delito fue haber intentado ingresar a la Universidad para que Stein pudiera participar en el debate: “Nuestra campaña por el Partido Verde está en las papeletas del 85% de los votantes. Ochenta y cinco por ciento de los ciudadanos merecen saber qué opciones tienen en estas elecciones y cuáles son las soluciones reales que pueden resolver los graves problemas que enfrentamos. La Comisión de Debates Presidenciales es una burla a la democracia”.
Mientras, en el debate, Mitt Romney pronunciaba la frase que se volvió famosa acerca de las “carpetas llenas de mujeres” que le acercaron cuando procuraba contratar personal para su gabinete tras haber sido electo gobernador de Massachusetts en 2002, estas dos mujeres estaban siendo fichadas y esposadas. Ambas son madres y activistas de la fórmula presidencial del Partido Verde para las elecciones de 2012.
Entrevisté a Stein al día siguiente de haber sido arrestada (casualmente fue liberada poco después de finalizado el debate). Me dijo: “La policía afirmó que simplemente estaban haciendo su trabajo. Yo les respondí: ‘Esto se trata del trabajo de todos, de si podemos pagar el seguro de salud, si los estudiantes podrán pagar sus préstamos’. Hay asuntos fundamentales que no han sido incluidos en el debate”. Y agregó: “Se estima que noventa millones de ciudadanos no votarán como forma de expresar que no se sienten representados ni por Barack Obama ni por Mitt Romney. Es el doble de las personas que se prevé que los votarán”.
Aunque Stein y Honkala no hubieran sido arrestadas en plena vía pública y esposadas a esas sillas durante ocho horas, la exclusión de Stein del debate iba a suceder de todos modos. Los debates están fuertemente controlados por la Comisión de Debates Presidenciales (CPD, por sus siglas en inglés) que, entre otras cosas, excluye a los candidatos que representan a fuerzas políticas distintas del Partido Demócrata o el Republicano. George Farah es fundador y director ejecutivo de Open Debates y autor del libro “No hay debate: cómo el partido demócrata y el republicano controlan en secreto los debates presidenciales” (No Debate: How Republican and Democratic Parties Secretly Control the Presidential Debates). El día del debate en Hofstra, Farah me contó cómo la bipartidista CPD obtuvo el control de los debates que antiguamente estaban a cargo de la Liga de Mujeres Votantes, que no tiene ninguna filiación partidaria: “Los partidos demócrata y republicano crearon una empresa privada denominada Comisión de Debates Presidenciales, que asumió el control de los debates presidenciales debido a que la Liga era independiente y porque esta organización de mujeres tenía el valor de hacerle frente a los candidatos de los principales partidos”.
En 1980, la Liga de Mujeres Votantes permitió al candidato independiente John B. Anderson participar en un debate presidencial. En la década siguiente, los dos principales partidos, el republicano y el demócrata, se enfrentaron a la Liga. En 1988, los partidos intentaron obligar a la Liga a firmar un contrato que detallaba cómo se organizarían los debates. Farah explicó: “El contrato establecía quiénes podían formar parte del público y cómo estarían estructurados los debates, pero la Liga halló que esa falta de transparencia y ese tipo de control del debate por parte de los candidatos era realmente escandaloso y contrario a la ética de nuestro proceso democrático. Entonces, hicieron público el contrato, declararon que rechazaban ser un instrumento del engaño al pueblo estadounidense y se negaron a aplicarlo”.
George Farah sostuvo que ese contrato inicial era bastante “inofensivo” si se lo compara con el actual contrato vinculante, que fue filtrado esta semana por la revista Time y que rigió el supuesto debate “abierto” del martes, moderado por la presentadora de CNN Candy Crowley. El “memorando de entendimiento”, de 21 páginas, incluye una referencia a los requisitos que tienen que cumplir los candidatos para participar en el debate.
La Comisión de Debates exige que el candidato tenga el apoyo de “al menos un 15% del electorado nacional, sobre la base de datos proporcionados por cinco consultoras de opinión pública de alcance nacional, previamente determinadas”. Se trata de un círculo vicioso, ya que para poder debatir es preciso tener amplio apoyo y para poder ganar el apoyo público, los candidatos que no tienen grandes fondos para financiar su campaña necesitan el acceso que brindan los debates televisivos. De modo que los demócratas y los republicanos controlan los debates y limitan el acceso de la población a opiniones alternativas.
Si a la candidata del Partido Verde, Jill Stein, se le hubiera permitido debatir, ¿qué es lo que hubiera dicho? Para averiguarlo, el informativo Democray Now! invitó a los principales candidatos de terceros partidos a participar en forma virtual en el debate, a la mañana siguiente. Además de Stein, participaron del debate Rocky Anderson, del Partido de la Justicia, y Virigil Goode, candidato a la presidencia por el Partido de la Constitución (el candidato a la presidencia por el Partido Libertario, Gary Johnson, rechazó la invitación).
En lugar del debate entre Obama y Romney, donde los candidatos compitieron por ver cuál de los dos estaba más comprometido con la extracción de combustibles fósiles, el público hubiera escuchado a Jill Stein decir en el debate: “Proponemos un programa que ya tiene antecedentes de generar empleo, es decir, un New Deal ecológico para Estados Unidos. Queremos crear empleos en forma directa, no simplemente darle exoneraciones impositivas a las empresas para que terminen tercerizando los empleos a China o a India. El New Deal ecológico creará 25 millones de empleos. Pondremos fin al desempleo y pondremos en marcha la economía verde. Y eso significa detener el cambio climático y hacer que las guerras por el petróleo se vuelvan obsoletas”. El cambio climático es un tema que se está pasando completamente por alto en los debates.
Este es tan solo un ejemplo. Imagínense si tuviéramos un sistema electoral que funcionara, con debates auténticos, enérgicos y representativos. Jill Stein y Cheri Honkala están en las papeletas de votación de 38 estados y en el resto de los estados es posible añadir su nombre a las papeletas. Rocky Anderson, con su nuevo Partido de la Justicia, está en las papeletas de votación de 15 estados. Ahora que las candidatas han sido liberadas, es hora de liberar los debates.