Opinión

Los indignados estadounidenses

Bajo el titulo “Protestas anti-Wall Street”, El Heraldo (3-10-2.011) da cuenta de las manifestaciones que originadas en New York se han extendido por otras urbes de la Unión Americana, organizadas básicamente por jóvenes de ambos sexos que de manera pacífica dan a conocer su descontento con la condición socio-económica que agobia a su país.

No es casual que sea la juventud la que esté al frente de esas protestas masivas: si la tasa oficial de desempleo entre la población económicamente activa alcanza el 9.1%, entre los jóvenes se duplica: 18.2%, afectando aun más severamente a los afrodescendientes e hispanos.

El arresto masivo de manifestantes en el puente de Brooklyn por parte de la policía constituyó la chispa que ha propagado el descontento organizado al resto de la nación. Concentraciones similares, en solidaridad, se están planificando en Europa y Asia.

Y es que la recesión económica –originada por las practicas altamente especulativas- perpetradas por los megabancos–, además del estallido de la burbuja inmobiliaria, ha tenido catastróficas repercusiones globales, traducidas en altas tasas de desempleo, remate de viviendas, contracción del comercio mundial, severos recortes en el gasto público de carácter social.

Además de esas sombrías y prolongadas perspectivas, hay razones justificadas para la indignación popular: ha sido el dinero de los contribuyentes el que hizo posible rescatar a los grandes bancos estadounidenses (“demasiado grandes para fracasar”), pero no ha habido acciones similares que generen empleo masivo.

De hecho, el Bank of América, el mayor banco en activos acaba de anunciar que recortará 30,000 empleos y reducirá en 5,000 millones de dólares sus gastos anuales para 2014. Adicionalmente, los altos ejecutivos bancarios y los especuladores financieros siguen reportando ganancias y dividendos extraordinarios.

Esa contraste y contradicción justifica una reacción de repudio por parte de las mayorías ya no tan silenciosas, que observan las cada vez mayores rebajas de impuestos para los billonarios, impulsadas por los republicanos.

Las y los protestantes carecen de una estructura centralizada y sus quejas y reclamos son múltiples: proceden de los estratos pobres y medios, los más golpeados en ingresos y calidad de vida: si la tasa oficial de pobreza era del 14.2% de la población estadounidense en el 2009, actualmente ha subido al 15.1%.

El origen de la crisis financiera se remonta a inicios de la década de los ochenta, cuando el entonces presidente Reagan debilitó las regulaciones y controles bancarios implementados tras la Gran Depresión iniciada en 1929, que estremeció los cimientos mismos del capitalismo mundial.

La más reciente crisis, comenzada en el 2008 también es el resultado de esa de-regulación que ha conducido a enormes pérdidas para inversionistas, medianos y pequeños negocios y ahorrantes.

Así, Estados Unidos está presenciando una reactivación de manifestaciones populares que recuerdan a las de la década de los novecientos sesentas en protesta por la guerra en Vietnam las que revelaron la alienación de la población en contra del sistema y del establishment, dando origen a contraculturas alternativas.

Estamos pues, ante el florecimiento de la primavera estadounidense que emerge cuando el otoño origina un estallido de colores previo a la caída de las hojas, impulsadas por el viento.

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