Los resultados de las elecciones del domingo en Francia y Grecia reflejan de forma palmaria el descontento de los electores por la forma en que sus gobernantes manejan la crisis, pero también marcan un cambio de rumbo en medio de la incertidumbre que sufre toda la zona del euro.
En Francia, el primer triunfo de los socialistas en 17 años y el histórico fracaso del intento reeleccionista del derechista presidente Nicolás Sarkozy, no solo aumenta el número de líderes y partidos políticos hundidos en medio de la crisis, sino que también debilita al eje París-Berlín que, imponiendo drásticas medidas de austeridad, ha guiado hasta ahora los destinos de la Eurozona.
De hecho, François Hollande se ganó el respaldo de los franceses contrariando las severas medidas de austeridad, acordadas a iniciativas de la canciller alemana Ángela Merkel y el presidente Sarkozy, y prometiendo que una vez en el poder renegociaría el acuerdo de diciembre pasado a fin de impulsar una política que estimule el crecimiento y el empleo.
Merkel ha reafirmado que no habrá renegociación de la disciplina fiscal, pero sí ha abierto la posibilidad de complementarla con alguna estrategia de crecimiento económico, una admisión tácita de que la sola austeridad más bien está asfixiando a la Eurozona.
En Grecia, las cosas se han complicado aún más con las elecciones del domingo. Los dos partidos tradicionales, que se alternan el poder desde 1970 y que actualmente cogobiernan (la centroderechista Nueva Democracia y el centroizquierdista Partido Socialista) fueron duramente castigados en las urnas para beneficio de organizaciones más al extremo en ambos polos: la coalición de ultraizquierda Syriza (que relegó a los socialistas al tercer lugar) y el partido ultranacionalista, Amanecer Dorado, que algunos califican de neonazi y que por primera vez tendrá representantes en el parlamento.
Más allá de las dificultades para conformar el nuevo gobierno, que incluso podría obligar a un nuevo proceso electoral, si ninguno de los partidos puede lograrlo debido a la dispersión del voto, la duda que crece es si Grecia podrá mantener los compromisos adquiridos para continuar en la Eurozona.
Para bien de los europeos y de toda la economía mundial, ojalá que los cambios impuestos por los electores desemboquen, al final, en una pronta salida a la crisis para un bloque que una vez fue un ejemplo a seguir.