El 17 de junio destaparon los partidos políticos tradicionales y nuevos con viejas mañas, sus planillas de precandidatos para presidente, designados, alcaldes y diputados.
“Fiesta cívica” dicen los entretenidos en materia electorera. Yo, que soy desentendido pero pensante, estoy convencido que es otra demostración cínica de los dueños de esos clubes políticos por la nulidad de seleccionados, que no generan expectativas de mejorar ni siquiera a largo plazo.
Si nunca fueron alentadoras las esperanzas de cambio, hoy son devastadoras. Antes competían malos y pocos buenos, hoy muchos malos y peores precandidatos.
Están tras un cristal de escrutinio inequívoco que exhibe a los nulos y mudos, los malos conocidos no dejan de jorobar y los peores por conocer no saben lo serio que es gobernar. La ignorancia es temeraria.
Total, cualquiera puede ser presidente, diputado o alcalde. Este 29 de septiembre se quitaron las trancas para iniciar la propaganda politiquera, tranca que irrespetaron como primicia de lo que serán si llegan a ser. En un país sumido en la miseria, el costo propagandístico es insultante.
Secreto de Estado corrupto. Los obligados a garantizar transparencia brillan por oscura complicidad. Se botan millones de lempiras cuando millones de compatriotas botan su voto en los que dicen salvarán a Honduras y que trabajan por mi país. Son miserables que utilizan al pobre.
No hay conciencia, son hipócritas y apócrifos que ayer anodinos, hoy son ladinos que trafican con el dolor y la necesidad humana. Sus antecedentes los delatan.
Se abrió el bulto electoral y no hay sorpresas. Encontramos desde usados hasta abusadores, pocos nuevos buenos y jóvenes sin antecedentes que los acrediten para tal cargo, unos de maletín y otros maletas. Alfabetos y casi analfabetas. Ilustrados y deslustrados. Profesionales y prófugos del estudio.
Corruptos conocidos y otros por conocer y varios que tienen cuentas pendientes con la justicia, que evadieron por la ilegal impunidad blindada por este gobierno.
El que flores lanza y otros taimados en un país serio estarían inhabilitados y enjuiciados junto al que los protegió, por traición a la patria, incumplir con la Constitución y abuso de autoridad.
Como ya sabemos, quienes van a cargos de elección es cuestión de escudriñar para escoger, si no al mejor, cual debería de ser, al menos dañino, habida cuenta que se esconden o se olvidan por conveniencia los ilícitos en que muchos precandidatos han incurrido y que por el poder corrupto en contubernio aparecen donde nunca debían de figurar.
Sabemos, y a las pruebas nos remitimos, que el hondureño es movido más por la pasión del color sectario que por la devoción al valor cívico, ético y moral de los ciudadanos a elegir, nos entusiasma más el grito imposible de entender pero que arenga que el discurso plausible que prometa un cambio posible de cumplir.
Y claro, los politiqueros aprovechan la ignorancia del “soberano”, como le dice el soberano ignaro destituido por violador de la constitución y que ahora va de diputado para refundir otra vez a Honduras en las honduras de la ignominia. ¿Dónde está la justicia para que invalide a los delincuentes para elegir y ser electos?
Ni por equivocación merecemos otro equivocado, y de esos está lleno ese bulto electorero.