Ante la alta probabilidad de contagio y la constante preocupación de adquirir el virus, padecimientos como el trastorno obsesivo compulsivo, tomaron fuerza, ya que muchas más personas comenzaron a obsesionarse con la limpieza extrema.
Por otra parte, restricciones como el confinamiento pusieron bajo la lupa el ya conocido 'síndrome de la cabaña', pues aunque inicialmente la idea de una cuarentena obligatoria era chocante, ahora, casi un año después de las medidas, hay quienes han comenzado a sentirse a gusto en el encierro.
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Por otra parte, la distancia física recomendada por las autoridades de salud dio pie a lo que hoy se conoce como 'hafefobia', que no es más que el temor a ser tocado o tocar a otros.
Algunos médicos explican que estos malestares o síntomas ya existían antes de la pandemia, pero que como la realidad actual los ha hecho más visibles, se recurre a la necesidad de darles un nombre, aunque no de forma oficial.
Las preguntas que surgen en torno al tema son las siguientes: ¿Cambiará nuestro modo de interacción de forma permanente?, ¿Los besos, abrazos y caricias serán cosa del pasado?, entre otras.
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En 1851 y a propósito de las trabas en los vínculos sociales, Schopenhauer escribió El dilema del erizo o La parábola de los puercoespines ateridos. Dice así: “En un crudo día invernal, los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para prestarse mutuo calor. Al hacerlo, se hirieron recíprocamente con sus púas y hubieron de separarse. Obligados de nuevo a juntarse por el frío, volvieron a pincharse y distanciarse. Estas alternativas de aproximación y alejamiento duraron hasta que les fue dado hallar una distancia media en la que ambos males resultaran mitigados”.
Partiendo de este ejemplo, el psiconalista y profesor colaborador de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación en la Universitat Oberta de Catalunya, José Ramón Ubieto Pardo, sostiene que la única forma de evitar que el gusto por la lejanía de otros se convierta en un mal crónico, es el amor, que parte desde el amor propio y la armonía interna y luego se expande hacia quienes nos rodean. Es decir, 'conectar con lo más íntimo de cada uno'.
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