El herpes se contrae por el contacto de piel a piel con áreas infectadas, con frecuencia durante el sexo vaginal, oral, anal y al besarse.
El herpes provoca brotes de ampollas o llagas dolorosas que causan picazón y que aparecen y desaparecen. Muchas personas que tienen la enfermedad no notan las llagas o las confunden con otra cosa, por lo que pocas veces se dan cuenta que están infectados y lo transmiten con facilidad a otras personas.
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Cabe mencionar que el herpes no tiene cura, pero hay medicamentos que calman los síntomas y disminuyen las posibilidades de contagiar el virus a otras personas.
Síntomas
La mayoría de personas no suelen tener síntomas visibles o los signos son tan leves que pueden pasar inadvertidos, por lo que suelen confundirse con otras afecciones como granos, pelos encarnados o gripe.El síntoma más común es la picazón en la vagina, vulva, cuello uterino, pene, nalgas, ano o la cara interna de los muslos.
-Ardor al orinar, si a orina toca las llagas del herpes
-Dificultad para orinar porque las llagas y la hinchazón bloquean la uretra
-Picazón
-Dolor en el área genital
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Otros de los síntomas que se pueden tener son parecidos a la gripe.
-Inflamación de las glándulas en el área de la pelvis, la garganta y axilas
-Fiebre
-Escalofríos
-Dolor de cabeza
-Sensación de dolor y cansancio
Primer brote
El primer brote, conocido también como herpes inicial, suele aparecer de 2 a 20 días después de haberte infectado, aunque en algunos casos suele aparecer hasta después de varios años. El primer episodio de herpes puede durar entre 2 y 4 semanas.Los rebrotes suelen ser muy comunes durante el primer año, y es posible que antes de que vuelva a salir tu cuerpo envíe algunas señales de advertencia unas horas o días antes de que aparezca que serían picazón, ardor u hormigueo en el área genital.
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Aunque los brotes no son algo placentero, el primero es el peor. Con el tiempo estos suelen ser más cortos y menos dolorosos. En algunos casos se pueden dejar de tener brotes.
Los síntomas del herpes pueden ser más dolorosos y persistentes en personas que tienen alguna enfermedad que afecte su sistema inmunitario, como leucemia o VIH.