Honduras

El doctorcito del aire receta tenacidad y superación

El sueño de un niño de apenas cinco años se hizo realidad gracias al esfuerzo propio y de muchas personas que se encontró en su camino, ahora añora otra oportunidad para llegar a ser médico forense

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30.09.2017

Tegucigalpa, Honduras
Dos jóvenes que caminaban por la plaza central de Tegucigalpa vistiendo una gabacha blanca con un estetoscopio colgando del cuello, despertaron en un niño de apenas cinco años la ilusión de ser médico.

Una frase cubierta de inocencia y fantasías surgió de la boca del pequeño Jimmy Joseph Cruz Membreño: “Mami, algún día voy a andar así”.

La señora Glenda Xiomara Membreño, con semblante de tristeza, le contestó: “Algún día, hijo”.

En ese momento, la madre de Jimmy era soltera y para sacarlo adelante a él y a su hermano de cuatro años de edad lavaba ropa ajena.

Ante las necesidades que pasaba la abnegada señora, hizo tres intentos de llegar a Estados Unidos, pero siempre la deportaron.

Durante todo este tiempo, el pequeño Jimmy fue creciendo y a pesar de que su padre Víctor Manuel Cruz ya había formado otro hogar, siempre lo apoyaba para poder estudiar.

Por los intentos de su madre de querer llegar a Estados Unidos, sus estudios primarios los realizó en escuelas de la colonia El Sitio, Las Torres y en La Esperanza, Intibucá, donde siempre se destacó por tener excelencia académica.

Cuando ya tenía 12 años comenzó a estudiar ciclo común en el Instituto Abelardo R. Fortín de Comayaüela, logrando adquirir una beca, pero su madre ya no podía mantenerlos porque había tenido otro niño.

Fue así que partió para irse a vivir con un tío, quien tenía una zapatería en el barrio Las Crucitas, y cargando materiales como hormas y plataformas se ganaba 100 lempiras a la semana.

Ese dinero le servía para pagar su alimentación y para ayudarle a su abuela, que en ese entonces era la que velaba por ellos. Luego, su tío se fue para Estados Unidos y él se trasladó donde otro tío, que también tenía zapatería. Así logró cursar el bachillerato técnico en electricidad.

Su paso como zapatero terminó cuando jugando fútbol se fracturó uno de sus pies y su padre le volvió a tender la mano, pero al momento de querer entrar a la universidad don Víctor le dijo que podía ayudarlo a estudiar Derecho, ya que Medicina le resultaba muy caro.

Para no perder la oportunidad de matricularse le dijo que estaba bien, no obstante, al momento de llegar a la ventanilla de Registro de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) le preguntaron al padre qué carrera y él, antes de que su padre contestara, dijo: “¡Medicina!”.

Así cursó el primer año con clases generales, pero al llegar las químicas le comenzaron a pedir libros costosos, por lo que perdió la clase y regresó a vivir con su hermano en la colonia El Sitio.

Pero un día, estudiando en la esquina de un callejón, se le acercó su vecino, don Héctor Peralta, quien le ofreció trabajo de mesero en la Fuerza Aérea Hondureña (FAH).

Jimmy comenzó a servir en el Club de Oficiales de la FAH, donde a los dos meses lo despidieron, pero a los días el capitán Yury Chávez le mandó a hablar y lo recontrataron.

Gracias a esa oportunidad de empleo logró consolidar su sueño de terminar una de las carreras más complicadas y exigentes.

Jimmy entraba a las 4:00 de la tarde a sus labores y salía a las 3:00 o 4:00 de la mañana. Debido a eso solo lograba descansar tres horas pues en el día tenía que ir a clases.

Cuando le tocó hacer el internando rotatorio, fue asignado a Danlí, El Paraíso, por lo que compró una motocicleta.

Durante un año viajó todos los días porque trabajaba por las noches en el bar y en la madrugada salía para Danlí para estar atendiendo pacientes a las 6:00 de la mañana.

En el 2015 Jimmy logró graduarse, pero aún siguió trabajando como mesero debido a que en la FAH no hay plaza para médico.

Pero con apoyo del alto mando, y a pesar de que gana el mismo sueldo, presta sus servicios como médico aéreo en el programa Alas para la Salud.