En cada puesto existen historias de superación que muestran las ganas que tienen de salir adelante.
La mayoría de los comerciantes tienen, como mínimo, 20 años de trabajar como vendedores informales, pero hay quienes aseguran que desde su nacimiento laboran en los mercados.
El carisma con que atienden a sus clientes hace que una compra se pueda convertir en una larga tertulia.
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Décadas de arduo trabajo han formado a generaciones entre aquellos pasillos que parecen laberintos llenos de mercadería.
“Los mercados están llenos de historias de superación, tenemos personas que empezaron a vender un mazo de cebollas, ahora son grandes distribuidores, pero no todo es tan simple, se ha pasado por grandes tragedias”, expresó Máximo Portillo, presidente de la Asociación de Vendedores del Mercado San Isidro.
Los problemas más difíciles que han enfrentado los vendedores son los incendios que han consumido su mercadería y las inundaciones que han echado a perder sus productos.
“Cada vendedor tiene su propia historia, unas más duras que otras, pero sin duda que todos han luchado para salir adelante. En los mercados es donde se mueve la economía de la ciudad”, agregó Portillo.
Fuerza laboral
Según la Federación Nacional de Vendedores de Mercados y Ferias de Honduras, solo en los 12 mercados municipales existen más de 8,000 vendedores y unos 15 mil que trabajan de manera ambulante.Pero a nivel nacional se tiene un conteo de 320 mercados, de los cuales hay al menos uno en cada uno de los 298 municipios del país. Según los mismos vendedores hay que tener amor al trabajo, ser amable y querer salir adelante para ser un vendedor de éxito.
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El 67 por ciento de las personas que laboran en los mercados son mujeres, el 33 por ciento restante son hombres.
Según la Asociación de Empresarios de Comayagüela, solo en la zona comercial de esta ciudad, al día se mueven unos 50 millones de lempiras, en Navidad la cantidad se duplica.
Los vendedores luchan por mantener vivas las tradicionales ventas en los mercados, debido a la fuerte competencia que tienen con el comercio que existe en todo el país.
“Me muero si me salgo del mercado, tengo 60 años acá”
Entre días buenos y malos, doña Guadalupe Tercero, de 79 años de edad, realiza su trabajo como si fuera el primer día cuando inició a vender, allá por 1959.El carisma, la alegría y la energía hacen que esta vendedora con 61 años de experiencia se convierta en una de las comerciantes con más tiempo de laborar en el mercado San Isidro.
“Lo que más se recuerda son los incendios e inundaciones donde hemos perdido todo, pero ha tocado empezar desde cero y acá estamos”, recordó la longeva comerciante.
Entre los compradores y vendedores, doña Lupe, como le llaman de cariño, es una de las mujeres más reconocidas y queridas de la plaza de ventas. Ahora, siendo la propietaria de tres negocios, ha podido costear las licenciaturas en Economía de sus hijas.
“Mis hijas me ayudaban en la mañana a vender y en la tarde iban a estudiar. Ahora me piden que ya no venga a vender”, contó. Con sus fieles clientes, doña Lupe mantiene a flote su negocio de abarrotería a pesar de que las ventas no son nada buenas, como lo eran hace 20 años.
“Me muero si me salgo del mercado, tengo más de 60 años en este lindo trabajo. Yo dejo mis problemas bajo la cama y me vengo a trabajar con mucha alegría”, contó en tono esperanzador. Uno de los sueños de doña Lupe es ver que el mercado sea reconstruido, donde pueda ofrecer sus productos a los capitalinos en un lugar hermoso.
“Hay que tener arte para ser un vendedor; es sacrificado”
Una vieja caja de madera y cien lempiras fue el inicio de su sueño en 1970. Don Ángel Banegas pasó de deambular por las calles de la quinta avenida vendiendo chicles y confites a tener su negocio y ser un reconocido comerciante en el mercado Álvarez.Estudiante del Instituto Central Vicente Cáceres (ICVC), a los 15 años se aventuró a la venta de dulces todos los días al finalizar sus clases con el fin de ayudar a su madre.
A la fecha, don Ángel tiene 65 años y considera que su vida ha sido plena, pues trabajando siente que ha cumplido con sus aspiraciones y ha logrado sacar adelante a sus dos hijos, sobrinos y hermanas, quienes han tomado de ejemplo el espíritu emprendedor del popular comerciante.
El veterano vendedor ha sido testigo de las inclemencias del tiempo como el huracán Mitch y de feroces incendios que han tratado de abatir la plaza de ventas, pero que no han convertido en ceniza sus sueños. “Para ser vendedor de mercado hay que tener arte, este negocio no solo es de venir a poner un canasto, esto se trata de que a uno le guste”, manifestó el sexagenario.
El secreto del éxito de don Ángel es su linda familia.
“Amo lo que hago, nos hacemos luchadores incansables”
De generación en generación, los vendedores de los mercados se han formado para ser ciudadanos ejemplares. Este es el caso de Iracema Ramírez, de 53 años de edad, quien asegura que desde el momento que nació ya estaba en los mercados pues sus padres trabajaban en el lugar.“De niña jugaba en unos grandes árboles, fui creciendo, pasé a la escuela y colegio. Como herencia de mis padres me quedé en el mercado y no ha sido fácil, el incendio de 1996 arrasó con todo el mercado, el Mitch en 1998, uno se queda sin nada, pero eso lo fortalece”, manifestó con nostalgia Ramírez.
Gracias a su puesto de abarrotería su familia ha salido adelante, obtuvo su casa y paga el estudio de sus dos hijos, quienes están próximos a ser egresados de la universidad.
“Estoy enamorada de mi trabajo, acá nos hacemos luchadores incansables, somos hormigas que no dejamos de trabajar”, dijo.
A criterio de la vendedora, son un patrimonio y se han convertido en un rostro de lucha y admiración. Durante años los vendedores se la han tenido que ingeniar para mantener las ventas ya que existe mucha competencia y la afluencia de clientes se ha reducido de forma considerable.
“El mercado es una escuela de vida, donde se forman caracteres y personalidades, por ejemplo, a mis hijos desde pequeños les enseñé a tener responsabilidades”, dijo.
“En los mercados una se divierte y aprende”
Con 62 años de edad, Edis López tiene una tercera parte de su vida de trabajar en el mercado Perisur. López es también una artista de la costura y su trabajo ha sido el sustento para sacar adelante a sus cuatro retoños.“Yo empecé vendiendo de manera ambulante con 25 lempiras, empecé de cero y puedo volverlo a hacer”, dijo doña Edis, con la seguridad que respalda la experiencia.
La comerciante consideró que para ser vendedora en los mercados capitalinos se necesita amabilidad, carisma y tener vocación. “Yo voy a trabajar hasta que Dios me dé salud, un día que no vengo, me siento desesperada, en los mercados uno se divierte y aprende”, afirmó.
Además, resaltó la importancia de los vendedores de mercados, pues son un motor para la economía capitalina y de todo el país, ya que día a día se arriesgan en el comercio y son generadores de empleo y sustento para sus familias.
“Tengo muchos clientes y eso ha sido porque los he atendido con amabilidad y esmero, es una gran bendición de Dios ser comerciante”, comentó orgullosa López.