Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa”... Con este párrafo inició Jane Austen una historia de “Orgullo y prejuicio” que aún hoy sigue conquistando a millones de lectores alrededor del mundo, sin que su antigüedad de 204 años merme el interés de los devoradores de historias.
Jane Austen el próximo 18 de julio cumplirá 200 años de muerte, la que llegó cuando ella apenas tenía 41 años, y sin siquiera haberse atribuido la autoría de dos de sus grandes novelas “Orgullo y prejuicio” y “Sentido y sensibilidad”.
Novela rosa
Los finales felices son el aderezo fundamental de las historias de la escritora británica, quien en sus obras no deja que el drama y la comedia se suelten de sus letras, pues en sus historias siempre están desde los personajes sumamente sensibles, profundos, honestos e instruidos, hasta aquellos insensibles, frívolos, superficiales, mentirosos, imprudentes, alocados, serios y sumamente reservados.
La sociedad y vida cotidiana de los siglos XVIII y XIX se ve reflejada en sus novelas, donde las mujeres siempre tienen el papel protagónico y donde el amor no es algo que encuentren con suma facilidad. La joven Austen se reía de las poses de su época y criticaba las realidades de una sociedad que tenía un molde establecido en el que debía calzar toda mujer que se creyera digna de alguna virtud.
La sátira de la novela romántica clásica es uno de los puntos cautivantes de su literatura.
Más allá...
Pero más allá del romance y las mariposas en el estómago que han provocado las profundas cartas del señor Darcy y una menos conocida pero no menos admirable del capitán Wentworth (“Persuasión”), su obra refleja la fuerza de la mujer, que, a pesar de ser un ser destinado o al matrimonio o al fracaso, en sus libros cobra una figura mucho mayor que esa y da muestras de que son capaces de construir su propio destino y de no amilanarse ante las capacidades de otros... Con ellas, la crítica es directa a los ideales de la época.
Dueñas de su vida, en ellas no están reflejadas las típicas chicas de las novelas adolescentes del siglo XXI que mueren lentamente sumergidas en la tristeza ante la ausencia o rechazo de sus grandes amores. No, aquí aparece una Elizabeth Bennet que en “Orgullo y prejuicio” representaba a una mujer fuerte, de convicciones firmes a pesar de sus prejuiciados pensamientos.
O Elinor de “Sentido y sensibilidad”, una mujer prudente y sumamente inteligente, que soporta con mucho temple los rechazos de la encumbrada familia Ferrars; sabiendo que esperar y actuar, más que hablar, resulta más valioso mientras se recibe lo esperado.
En “Persuasión”, Anne Elliot es una mujer ampliamente instruida, que tuvo que sufrir la poca aceptación hasta de su familia, que casi la veía como la oveja negra al no cumplir con los requerimientos agradables para la alta aristocracia. En ella no hay poses, solo un alto sentido de igualdad que de haberlo desarrollado antes le hubiera evitado algunos sufrimientos, sobre todo aquellos relacionados con su amor por el capitán Frederick Wentworth.
Y qué decir de Emma, un personaje que, una vez descubierto, casi hace que uno se olvide del resto de mujeres de la obra de Austen. Cautivadora es esta figura que provoca emociones encontradas y que es sumamente impredecible y capaz de envolver al lector en su testarudez.
Con sus letras, la novelista demuestra un amplio conocimiento de la mujer y una maestría para narrar situaciones; así como el roce disimulado e hipócrita de las clases sociales, que dejaban más en ridículo a los adinerados que a los considerados menos favorecidos.
Sus historias también aportan la frescura de la sencillez, las alegrías y las emociones humanas que bien valdría la pena volver a sentir, sin esperar el regocijo solamente en las grandes cosas, sino también en aquellas pequeñas que dan forma a nuestra cotidianidad.