El confinamiento con todas sus limitaciones puede ser una oportunidad para conocernos un poco, descubrir nuestros privilegios y sobre todo para ayudar a aquellos que no tienen privilegios, que están en riesgo de perder a quienes aman, que no saben cómo llevar el pan a la mesa y que buscan respuestas desesperadamente.
El gobierno hará muy poco: no hay médicos ni científicos liderando la salida de esta crisis, sino políticos en campaña cuyas acciones ya están siendo cuestionadas. La oposición tiene idénticas ambiciones de quienes critican. Si usted cree en algo, sea solidario y caritativo, ayude al prójimo, ofrézcale lo mejor que tiene como persona.
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La belleza de estar vivo se comprende y se dimensiona en las crisis, pero también en lo que vendrá en el futuro. Lamento decepcionarlo, pero el dicho que “después de la tempestad viene la calma” no aplica en esta ocasión: viene un tiempo difícil. Sin duda crecerá la desconfianza, la ingobernabilidad, la pobreza, el militarismo y la polarización política.
Si estamos vivos, no olvidemos sacudirnos la cobardía, aprendamos a descubrir la vida y lo que nos ofrece. Honduras es un país muy hermoso, tiene grandes escritores, músicos, intelectuales, profesionales, artesanos; aquí hay historias y testimonios luminosos, paisajes, lugares y personas inolvidables; existe una riqueza cultural que se desborda y siempre ha estado ahí, aunque nosotros la hemos despreciado.
No se acomode. Su vida no debe medirse por los pasos de otros, sino por los caminos que usted invente. No olvide que usted puede cambiar el mundo, es tiempo de asumir nuestras responsabilidades y exigírselas a quienes administran al país; no se limite con su inconformidad, proteste, critique y súmese a trabajar con más fuerza.
Los egoístas y los conformistas jamás sueñan esa luz del futuro que bien puede ser maravillosa para usted y para mí, prójimos y trabajadores de todos los días en esta tierra que nos pertenece.