SANTA LUCÍA, FRANCISCO MORAZÁN.- “Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”, decía Emily Dickinson, mientras que para Cicerón “un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”.
+Regístrese y disfrute una nueva experiencia como lector
Naves y almas es lo que el primer sábado de cada mes se dispone en mesas a la orilla de la laguna de Santa Lucía, en un Encuentro de Cambia Libros que surgió de un interés cotidiano y que terminó siendo un proyecto que cobra fuerza.
Entre gente con intenciones claras y otros movidos sólo por la curiosidad, el malecón de la laguna es visitado.
Las mesas dispuestas a la orilla invitan a descubrir libros: literatura nacional, universal, de autoayuda, educativos y un etcétera que engloba otras temáticas.
Hay gente que llega con sus libros ya leídos, reliquias, quizá, de las que cuesta desprenderse pero que ya cumplieron su papel en la vida de ese lector.
Pero en ese fluir de personas que traen y llevan, se da el intercambio, y así, las historias escritas llegan a otros lectores para ser vividas de nuevo... una y otra vez.
Una Little Free Library que no muere
Vamos a volver un poco en el tiempo para ubicar la semillita del Encuentro de Cambia Libros y para recordar que las buenas acciones trascienden.
Allá por 2013, en estas mismas páginas que ocupa este encuentro, contábamos sobre la iniciativa de Marie Paz, una hondureña que trajo a este país la primera Little Free Library (Pequeña Biblioteca Gratuita), que además sería la primera de toda Centroamérica.
La iniciativa surgida en Estados Unidos llegó a Honduras, y una vez obtenida la licencia de EUA la primera Little Free Library fue ubicada en el Redondel de los Artesanos de la capital, luego la iniciativa se expandió a Santa Lucía y otras zonas.
El proyecto consistía en una pequeña caja de madera sin llave para que la gente tomara los libros, el lema de estas librerías comunitarias era “Tomá un libro. Dejá un libro”.
La iniciativa perdió fuerza con el tiempo, y quizá usted, lector, pasó muchas veces al lado de la Little Free Library y no vio ningún libro, pero aún quedaba gente que dejaba algo, como Arturo Sosa.
Un día, Sosa publicó en su Facebook que estaba esa pequeña biblioteca a la orilla de la laguna e invitaba a su amigos a dejar libros en ella.
Pero resulta que un amigo suyo, Juan Jesús Martínez, le dijo que tenía “un montón de libros para donar, vení traelos”. Pero a Sosa se le ocurrió otra idea: “Hagamos una cosa, que te parece si más bien organizamos una especie de traer libros para la cajita, ayudame. Y a él se le prendió el nombre de cambia libros”.
Y así comenzó el evento que el sábado 4 de marzo llegó a su séptima edición.
Y si el primer día lo que había era una mesa más o menos vacía, ahora hay cinco.
Y si en aquella primera ocasión con costo llegaban a 100 libros, ahora hay más de tres mil.
Y lo que inició con dos hombres organizando algo que no estaba planeado ni para el corto ni mediano plazo, ahora tiene ocho voluntarios.
“Normalmente la gente trae más libros de los que se lleva, hay gente que trae 120 libros, 56, o 12, y se llevan uno o dos, es impresionante”, dice Sosa, a quien se le ilumina la mirada al ver lo que una idea simple ha generado en cientos de personas que llegan a Santa Lucía a tomarse un café, y se van con libros.
“Este es el país de las oportunidades, es el mejor país del mundo, hay tanto por hacer, tanto”, dice Sosa, quien después cuenta que incluso están organizando una biblioteca solo de libros de medicina, que estaría instalada en el centro de salud de Santa Lucía, “para que sea el único centro de salud con una biblioteca especializada en medicina”.
La lectura, más que un placer
Leda Chávez, editora y catedrática de Español, conversa con dos mujeres adultas que llegan a cambiar libros, y como dice Sosa, llevan menos que los que han traído. Ella se muestra jovial, es muy conversadora, y cuenta de su satisfacción al saber que la gente se va con libros sin ningún costo.
Para ella la lectura es trascendental a muchos niveles, y habla desde su experiencia como docente: “Entre mejor lector es usted, mejor estudiante es, porque estudiar es un proceso de leer”, dice, y agrega que un estudiante que no lee no desarrolla la lectura comprensiva a la hora de estudiar.
Pero luego conversamos con Alejandro Sosa, el hijo de Arturo, que es uno de los voluntarios del Encuentro de Cambia Libros, y para quien también la experiencia ha sido gratificante, no solo porque contribuye con el desarrollo de la lectura, sino también porque como lector ha estado descubriendo libros que no conocía.
Pero más allá de eso lo que interesa resaltar de Alejandro es algo muy importante: el hábito lector.
Y entre sus impresiones sobre el proyecto y la interacción con la gente que llega, nos cuenta que fueron sus papás los que fomentaron la lectura en él, ”de hecho mi mamá, cuando sacábamos buenas notas, nos compraba libros de premios, entonces desde pequeño para mí y mis hermanos los libros son algo positivo” (...). “Creo que verdaderamente no se puede encontrar ideas más personales y más lindas que leyendo, cuando alguien escribe deja una parte de sí mismo en lo que escribió y creo que uno no encuentra cosas más personales que en los libros”, dice.
Ejemplos como este llevan a una conclusión irrebatible: tan importante es fomentar la lectura en los niños como en los adultos. Es una cadena, el adulto que lee, cuando sea padre inculcará ese hábito en sus hijos, y ese niño que lee, seguirá con esa herencia en su próxima generación.
Es una semilla que crece y se reproduce.
Es por ello que cuando hay un evento, idea o proyecto que involucra el desarrollo de un hábito tan valioso, se celebra, y más en un país como Honduras, donde casi el 60% de sus habitantes nunca o casi nunca lee.
Y entre libros que huelen a viejo y otros que huelen a nuevo, entre una obra de Haruki Murakami y otra de Eduardo Bähr, el Encuentro de Cambia Libros se apresta a tener su octava edición el primer sábado de abril, bajo el lema con el que surgió: “Trae. Cambia. Lee. Otra vez”.
Y mientras la laguna de Santa Lucía se seca al calor del verano, en la mente de un lector crece una aventura y en esa emoción vivirá otra vida, sentirá alegría y tristeza, agradecimiento y rencor, llorará y celebrará con un personaje, y resistirá la tentación de saltarse las páginas para conocer prematuramente un desenlace.
Porque como dice George R.R. Martin: “Un lector vive mil vidas antes de morir... Aquel que no lee sólo vive una”.