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Tegucigalpa, Honduras.- Debo confesar que, como la gran mayoría de las personas de occidente, hasta antes de que se anunciara a Han Kang como la Premio Nobel de Literatura 2024, no la conocía, sin embargo, recientemente me embarqué en la lectura de “La vegetariana”, una de sus obras que están traducidas al español y, por lo tanto, una de las que más se habla, por lo menos en esta lengua.
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En principio el argumento es muy simple: Yeonghye, una mujer casada, y que desde el primer párrafo se deja claro que es una persona bastante común —incluso entre “los comunes”—, deja de comer carne. Esa es la pequeña llama que enciende todo un bosque.
Recursos narrativos
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La novela se divide en tres partes o más bien en tres historias: “La vegetariana”, “La mancha mongólica” y “Los árboles en llamas”.
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A pesar de que cada una de ellas forma parte de un conjunto, no habría ningún problema en leer cada historia por separado, esa fue la sensación que tuve.
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La primera historia está contada por el marido de Yeonghye y las otras dos por un narrador omnisciente, en “La mancha mongólica” el punto de vista está anclado en el cuñado de Yeonghye y en “Los árboles en llamas” el punto de vista está anclado en la hermana de la protagonista de la historia.
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Los cambios de voz narrativa y de punto de vista provocan una lectura dinámica, y a pesar de que las historias son cronológicas, en cada una de ellas, sobre todo en la segunda y en la tercera, el tiempo se disloca al pasado, lo que permite comprender mucho mejor a los personajes y proporciona nuevas claves de lectura.
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Siempre que se va al pasado se trae algo novedoso, interesante y que hace avanzar la narración hasta el punto que pretende el narrador.
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“La vegetariana” permite profundizar en cuatro personajes: Yeonghye, su marido, su cuñado y su hermana.
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Cada uno de ellos se va construyendo tanto a través de acciones concretas y contundentes como de sus palabras y, en ocasiones, sus pensamientos.
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Cualquier lector sería capaz de hacerse una idea clara de ellos y ellas, además de que se transforman con el paso de las páginas con graciosa plasticidad.
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El lenguaje que se utiliza es directo y sencillo, libre de artilugios complejos, sin embargo, tiene varios momentos líricos, tanto en su forma como en su contenido.
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Deja imágenes que son realmente excepcionales, sobre todo cuando se acerca al final de cada historia.
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Creo que uno de los méritos más grandes de esta obra narrativa, desde el punto de vista técnico, es la manera en la que se cuentan las escenas de violencia física.
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Primero es meritorio la manera en la que se llega a ellas, se teje primero toda la violencia simbólica que va sugiriendo palabra a palabra la posterior explosión física. Y luego, se toma tiempo para que se vea con claridad la escena, de verdad es posible verla.
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Por último, la obra tiene la gentileza de mostrar la misma escena desde diversos puntos de vista, ya con otra clave de lectura, por supuesto.
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Los símbolos y los indicios en la segunda historia son manejados de manera exquisita. Es en este punto donde, probablemente, la mayoría de los lectores descubren hacia dónde se dirige la historia transversal.
Violencia y más
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El acontecimiento que provoca la trama es claro: Yeonghye deja de comer carne.
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Alrededor de ella hay, entonces, primero una absoluta incomprensión de sus cercanos, en parte porque sucede de un día para otro, pero más que todo porque la decisión no parece ser racional ni emocional siquiera, no responde a una etiqueta social y eso enloquece a su entorno.
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La violencia hacia Yeonghye se recrudece, probablemente porque ha dejado de ser una persona normal (de la mayoría) para transformarse en una persona especial (una minoría).
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“La vegetariana” es una obra profundamente existencialista, su personaje principal no parece ni racional ni emocional sino más bien sensitivo, como Mersault en “El extranjero”.
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La evolución que tiene Yeonghye no deja cuerpo con cabeza en la historia, es tan radical y absoluta que, como la onda expansiva de un tsunami, los afecta a todos y a todas.
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Cada uno de los arcos dramáticos de los personajes de la historia se sostienen en ella. Hay una magnífica arquitectura de la transformación.
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“La vegetariana” es una obra reveladora, de alcances francamente insospechados en las primeras páginas.
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Muestra la decadencia de la que es capaz el ser humano en un par de pasos, recuerda cómo podemos ser reducidos a un solo elemento de nuestras vidas, en este caso no comer carne, no importa nada más.
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Es también una obra sobre el dolor que produce a veces la sola existencia, expresado a través de imágenes muy poderosas.