La nación, a nuestro juicio, sigue al revés con circos entre políticos, electores, empresarios y periodistas. Quienes en el pasado reciente saquearon las arcas estatales, se chuparon el dinero para reducir la pobreza y amenazaron con romper la Constitución son los mismos que hoy, impúdicos, dan “cátedra” de luchar contra la corrupción en todas sus manifestaciones.
Sinceramente causa risa ver a 28 días de las elecciones generales a grupillos de políticos baratos, “trepamuros”, come cuando hay, cacareando decoro, “riñendo” la pudrición estatal, alegando que la reelección es “ilegal” (avalándola) denunciando fraude electoral y, al final, todos se sueñan en el poder lamiéndose los bigotes. ¿O estamos equivocados?
Patrañero
Hace diez años saltó un pillo diciendo que “urgía” él por el bien de los pobres y nomás se coronó dijo haber ganado con “fraude” porque “aquí (en Honduras) así se ganan las elecciones”. Injusto tiempo para las masas haber elegido un falso acrisolado que junto a sus hombres y bellas damas se peinó una millonada de dinero para “reducir” el hambre de su cortejo. ¡Anda libre!
Inexcusable -sin excepción- que a pocos días de las votaciones hablen de moral si por sus cabezas corre sangre maloliente. Inaudito que uno, dos, tres, cuatro o cinco temibles bandidos de corbatín digan que rechazan las ilegalidades, las injusticias, los abusos, sin son abuelos y padres de la corrupción. El traje o el repello no les quitan lo delincuentes.
Muchos políticos siempre “arreglan” en su llanura la enorme ruina que dejaron a su paso por la burocracia. Mil casos de corrupción engavetados. El chinazo, el lapizaso, el lechazo, el pasaportazo en dos filmes, cuarta urna (dejó ricos a periodistas) y el segurazo, entre numerosos “juicios”. ¿Dónde están sus actores? ¿Están en la cárcel? No, andan en campaña exigiendo recato y sumisión.
Estafadores
Empresarios e “influyentes” cronistas rumian según las olas del billete. Los escándalos de corrupción y de impunidad duran semanas, días, horas. Tenemos, por ejemplo, personajes de la “empresa privada” que critican el pus de funcionarios y olvidan que ellos burlaron millonarias moras al Estado, además de no cancelar deudas a los bancos.
Corruptos riñendo la corrupción mientras millones de “ciegos” que fustigan los fraudes públicos son sus fieles adeptos. El hambre hace que “técnicos, analistas, politólogos, engreídos, rufianes y economistas” riñan también la podredura y, al final, o son caja de resonancia de grupos opuestos o gritan porque llevan ocho años o más en la cruel calle sin la teta gubernativa. Todo mundo anda en su jugada. ¿Cuál amor por los pobres? Dejen la paja.
Tan prostituida está la moral que la palabra sacrosanta también tiene precio. Sus actores alaban si el diezmo está al día. Otros brincan para obtenerlo. Cada grupo tiene sed de poder con falsa limpieza. Afuera y dentro del trono claman por “dios” pero su fin es el dinero. Nadie retoza si no hay billete de por medio. Reporteros que vendían cuarta de “relaciones públicas” ahora son tiesos de moral.
Tesoros
Donde se pone el pie hay estiércol. Quienes se sueñan pulcros son bandidos libres en butacas. Aquellos que eran anticorrupción se dejaron preñar por corruptos. Si su compromiso real fuera componer el país no andarían “ennoviados” con delincuentes que nos anuncian un fraude electoral que también los condujo a las mieles del trono.
“El desorden, el fraude y la corrupción son parte del proceso y con eso gané yo” (verlo en YouTube), dijo tajante y sin pena alguna el expresidente Manuel Zelaya Rosales recién asumió las riendas de la nación en 2006 al ser entrevistado por el periodista Esdras Amado López -honorable diputado- que apoyó su régimen y luego lo expulsaron por pleito de canonjías.
¿Fraude? Olvidan por lucro sus colosales estafas al erario mientras la justicia maquina a quiénes toca y a quiénes no. La verdad es que casi nadie tiene altura moral para hablar de crisis. Picardía que corruptos pregonen limpidez siendo manipuladores de la inopia para lograr sus trueques. Ustedes no luchan por el bien de la nación, sino por el bien de su ración.