“A donde yo ando en el país, las personas me identifican y me demuestran su afecto; eso no tiene precio, no lo paga ningún sueldo”, confiesa con una sonrisa Omar Videa, uno de los galenos que le ha puesto el pecho al coronavirus.
Su notoriedad ha sido tal que hace poco le ofrecieron la candidatura a la presidencia de la República, pero él prefirió seguir agrandando el sueño profesional de aquel niño que emigró a la capital con 11 años. “Fue una situación difícil porque nunca había salido de mi pueblo, pero lo hice por la convicción de que necesitaba una educación que me ayudara en la formación espiritual y académica”, relata el internista del Hospital Escuela, quien ha tenido una vida más allá de los quirófanos. Imitador de voces, orador y empedernido amante del balón; “mi única pasión o vicio es el fútbol. Estuve en una preselección de Honduras”...
Su historia da para hablar de todo un poco y qué mejor que Tictac para ir hilando su vida puntada a puntada...
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Doctor un gusto conversar con usted, me imagino que de niño era de los que jugaba a ser médico, ¿o no?
Mi sueño era ser maestro, me gradué de maestro de educación primaria porque mis padres son docentes, aunque yo tenía ya tres opciones para estudiar carrera universitaria: Periodismo, Medicina y Leyes. Al ver que en mi municipio nadie había estudiado Medicina y se ocupaba un doctor, entonces me fui por la salud. Mi sueño era regresar a mi pueblo como médico.
Tiene pinta de bien portado, ¿siempre fue así?
Sí. En la escuela era muy disciplinado y entregado al estudio. En la primaria éramos como 25 alumnos y una vez vi a 24 dando vueltas con una silla puesta en la cabeza. Solo yo no fui castigado, yo era el pulcro.
¿O sea que prácticamente no fue castigado?
Casi no. Una vez jugando le dimos una bicicleta a mi hermano menor, nos dijeron que le pusiéramos cuidado y el niño se dio una gran caída. Y tocó confesar porque algo que me enseñó mi papá (Joaquín) fue: ‘Mirá, si vos cometiste un error, te va a salir más caro si mentís, entonces tenés que decir la verdad; te voy a castigar porque no creás que te vas a salvar por decir la verdad’. Venimos de una familia con mucha disciplina. Mi tío es general y de hecho yo llevo el mismo nombre de él.
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¿Y eso de bien portado también aplicaba al tema de las novias j, ja, ja?
Ja, ja, ja, sí... Tuve un par de antes de mi esposa. A ella la conocí en la Normal, tres meses antes de que concluyera la carrera, ya en tiempo extra ja, ja, ja. Ella iba para Administración y yo a Periodismo. Al final, ella se hizo quimicofarmacéutica y yo médico.
¿El amor incidió en la decisión de las carreras?
Totalmente. Le dije: Si yo voy a estudiar una carrera tan larga como Medicina y te vas a Administración, ni nos vamos a ver. Dijimos: Si en algún momento nos llegamos a casar, entonces ya tenemos la farmacia y el médico.
¿Cómo enamoró a su amada Sara Medina?
Yo estaba un poco temeroso sobre cómo me le declaraba. Estábamos en la Escuela John F. Kennedy, allí hice la práctica, había un masking tape (cinta adhesiva) que se estaba gastando, le hice un corazón entre el extremo que estaba pegado y el otro que se iba a despegar, le puse mi nombre en un lado y el de ella en el otro. Me dijo: ‘¿Esto qué significa?’, le dije: ‘Si vos no separás este pedacito de cinta que queda, estos van a estar unidos y es lo que yo quiero’. Tuvimos 10 años de noviazgo, nos casamos y tenemos tres hijas.
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A propósito de esa etapa, ¿dónde vivía cuando se vino de su pueblo?
Viví tres años donde mi tía y cuando entré a Magisterio viví solo en una casa. Allí aprendí a cocinar y es una de las cosas que he ido perfeccionando y que me apasiona. La sopa de olla con gallina india y jilote es una de mis especialidades.
Hablando de pasiones, el fútbol es otra de sus debilidades, ¿verdad?
Claro. Yo leo fútbol, a mí me gusta la parte de la estrategia, la dirección técnica. Pero fíjese que eso me fue quitando un tanto la pasión por el fútbol. Uno de los que más admiro es a “Chelato” Uclés. Yo soy seguidor del Olimpia y miro sus partidos juegue contra quien juegue. A veces se vuelve muy frío y así lo trato de aplicar en la Medicina y en la vida. Hay situaciones que uno sabe que las probabilidades de obtener victoria con un caso son pocas, pero siempre busca la manera de desviar el destino.
¿Qué tristezas y alegrías le ha dado Olimpia?
El momento más difícil fue por los años 90 cuando perdió después de siete años con Motagua y también cuando perdió la final con Victoria. Me acuerdo cuando le ganamos la final a Motagua con Restrepo, después de tantas finales perdidas ante ellos. A mí me gustaba ir a Sol, atrás de la portería. Los niños menores de 12 años no pagaban al ir con un adulto, pero yo pagaba y metía un adulto particular.
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¿Cómo fue eso de que le propusieron la presidencia de la República?
Hace un par de meses tuve un ofrecimiento de uno de los partidos grandes, porque estaban planeando hacer un cambio de candidato a la presidencia. También un mes atrás un candidato de los tres más fuertes que puntean para llegar a la presidencia me ofreció la Alcaldía de Tegucigalpa. Me gusta la política y vengo de una familia política (su hermano Juan Carlos Videa es alcalde de Oropolí), pero en este momento me desviaría de lo que estoy haciendo en el tema de pandemia. Desistí de una candidatura a la presidencia.
Cómo médico, ¿qué es lo más cruel que ha vivido?
Lo más cruel que me ha tocado atender es en el tema de pandemia. Yo he tratado alrededor de 12 mil personas con covid-19, de los cuales a uno 300 me tocó tenerlos en cuidados intensivos. Solo fueron seis fallecidos, pero me han dolido. Una de las muertes que más me duele fue una persona de 44 años; fue de alto impacto porque era una persona joven y verla morir por covid-19 fue difícil. Ver los pocos recursos me inclinaba hacia la frustración, pero también me inyectaba entusiasmo para seguir.
¿Ha llorado por algún caso o no se vale llorar para un doctor?
Sí se vale llorar. La pandemia nos ha estremecido. Uno de los casos que miré fue el de mi hermano, con más del 90 por ciento de probabilidades de perderlo. Atender un familiar es de las cosas más difíciles porque desligar el sentimiento con la parte médica es complicado. A mí me ha tocado por necesidad, pero no es recomendable. En 2013 me tocó atender a mi papá. Falleció, estaba joven (63 años de edad).
¿Qué tan duro fue ver morir a su padre?
Lo que más me ha marcado en la Medicina fue la pérdida de mi padre. Estuvimos en una lucha de dos meses en cuidados intensivos. He aprendido a poder separar las decisiones de los sentimientos. Dos días antes de fallecer mi padre , yo sabía que humanamente se había hecho todo, pero que las probabilidades de sobrevivir eran prácticamente nulas. Me tocó hablarle de Dios; me quedé con la paz de que dimos todo y que se fue con el Señor. Fue duro.
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