“El otro día estaba sacando cuentas y fueron más de cien cadenas que transmití”; el recuerdo es solo una anécdota de vida para Francis Contreras, que pide una tregua para gozar de lo lindo con los memes que llegan como impulsados por un ventilador hasta el cielo de su Cucuyagua querido...
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Enseña por primera vez esos dientes de marfil y finalmente se despide de Arya, la pastora alemana que trabaja a su lado en la Agencia de Regulación Sanitaria que él mismo procreó en 2017, para girar el timón del barco que navegará por los mares de su memoria, llena de aventuras, escalpelos, muchas fórmulas matemáticas y el sonido de las ramas del viejo árbol de mango de doña Julia soportando los pies de aquella banda de cipotes que se subía en busca del tesoro más preciado en los sesenta...
¿Qué tal, doctor? Ya vamos a hablar de esa etapa de la pandemia en la que le tocó presentar las cadenas de televisión. Pero antes cuéntenos cómo resumiría su historia de niño: ¿aburrida, normal, excitante, callejera, sosegada?
Imagínese cómo sería con el río a dos cuadras de la casa, sin energía eléctrica, viendo las estrellas, con las calles pedrimentadas en donde casi no pasaban carros, jugando mables, pelota o libre en todo el pueblo... encaramados en los palos comiendo mangos.
¡Uf! Soñada, podría ser. ¿No había luz eléctrica en Cucuyagua en los sesenta?
Solamente “echaban” la luz por tres horas y nosotros apenas mirábamos que se encendía un foquito, salíamos corriendo a la casa de un amigo de mi papá que tenía el único televisor en el pueblo: mirábamos Canal 2 de El Salvador, hipnotizados desde las 6:00 de la tarde hasta las 9:00 de la noche: Los Picapiedra, Los Supersónicos, Los Monster, de 7:00 a 8:00 daban una novela y también la mirábamos... ja, ja, ja.
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Nos contaba antes de iniciar la entrevista que su papá era el maestro del pueblo. ¿O sea que le dio clases?
Él es un artista completo: compositor, músico, poeta y matemático y aunque oficialmente nunca fue mi maestro sí recuerdo que en la casa tenía una pizarra y siempre le estaba enseñando cosas a uno. Nunca hacía falta el Álgebra de Baldor. Por eso en mis trabajos lo primero que pongo en mi oficina es una pizarra.
¿No le tenía miedo a la matemática, entonces?
Es que el mundo entero está regido por la matemática pero el que enseña matemática no le sabe despertar la curiosidad al alumno, solo pone aquellas fórmulas frías en la pizarra. Y en el amor cómo iba.
¿Era de muchas novias?
Es que en aquel tiempo uno mandaba un papelito pidiendo que fuera su novia y le contestaba un mes después; de ahí demoraba un mes en darle la mano y otro mes en darle un pico en el cachete y así... era raro que alguien tuviese dos o tres novias en la escuela o el colegio. Éramos más reservados. Eran otros tiempos. En las fiestas las muchachas llegaban con sus madres y se bailaba enfrente de la mamá.
¿Cuándo fue la primera vez que la palabra medicina entró en su vida?
No fue porque admiraba un personaje o me fijé en una persona, claramente se lo adjudico a mis papás. Fueron tan listos que a diferencia de otros padres, nunca me dijeron que estudiara medicina pero sí recuerdo desde pequeño sus frases: “Los doctores son sus propios jefes”; “si un día quiere llegar tarde, llega”; “la gente siempre mira con respeto a un médico”; “los médicos cuidan nuestra salud”. Nunca una palabra contra esa profesión, entonces como que me fueron programando para cuando llegara la hora de decidir.
Se gradúa en 1995, pero esas desveladas estudiando cómo las vivió...
Cuando mi hijo estaba en cuarto año de medicina le dije: “A partir de este año nunca más en tu vida vas a estar dormido a las 7:00 de la mañana”. Pero el cuerpo se acostumbra, pasar 36 horas sin dormir es común o tomar la guardia a las 7:00 PM, ya sabe que no va a dormir. Cualquier médico le va a decir que ha recibido llamadas a la 1:00, 2:00 de la madrugada, hasta de gente que ni siquiera conoce.
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¿Qué es lo más duro que pasó en emergencias?
No se me olvidará la escena en 1995 cuando vino el segundo foco epidemiológico del cólera al país: al mediodía llegaron dos personas agonizando y dos horas después había 20 pacientes en emergencia; otra vez en una Semana Santa en la época de los apagones, justo se fue la luz cuando un bus se dio vuelta en San Juan de Opoa: imagínese tener a 30 pacientes en el pasillo y estar suturando con un foco de mano... Su cabeza forma un nido en ese sillón de cuero que tiñe de elegancia la sala de su oficina. Cierra brevemente esas dos monedas de cinco centavos que forman sus ojos, negros como el lado oscuro de la luna, como para seguir imaginando ese viaje en barco que llega a un puerto azul precisamente cuando le pide permiso al Hospital de Occidente pero no a Hipócrates: “Pedí una licencia, pero si usted me pregunta si veo pacientes... todos los días”. -
¿Cómo llega a la política?
Orgullosamente tengo una afiliación con el Partido Nacional y cuando la doctora Yolani Batres, con quien cursamos la Maestría de Salud Pública, asume como ministra de Salud, me nombra viceministro. El primer año nos dimos cuenta de que era necesario modificar algunos temas de la regulación sanitaria y creamos la Agencia Sanitaria.
- Luego vino la pandemia. ¿En qué momento le dijeron que tenía que presentar el informe diario de Salud, doctor? -
En una reunión de Consejo de Ministros se toma la decisión de hacer el toque de queda y cerrar las fronteras y el presidente Juan Orlando propone que por mi experiencia en temas de epidemias y por la relación que había tenido con los medios, manejara las cadenas. Y de repente es que estaba a diario en todos los hogares...
- Como más de cien memes se le vinieron encima, ¿eh? -
Los tengo coleccionados... ja, ja, ja... cómo me voy a enojar por eso. Había un amigo que me llamaba contándome que se estaban burlando de mí y yo le decía: “Fijate que vos estás sudando calentura ajena, yo más bien me divierto con esos memes... imaginate a toda la gente que está tensa por lo que estamos viviendo y su única vía de escape es hacer un meme o burlarse del que sale todos los días en la tele. Una noche, en el pico más fuerte de la pandemia y con todo cerrado, me voy a buscar algo de comer y de repente encuentro una carreta de hot dogs; me bajo la mascarilla y un señor murmuró: “Esa cara me es conocida”. Y le dice la vendedora: “¡No estás viendo que es el que sale todas las noches en las cadenas!”... ja, ja, ja. Me hizo la noche...