El reconocido médico se abre como un libro, revela su pasión por el senderismo y las caminatas, revela que le va a los “Leones” del Olimpia y recuerda cuando en una ocasión se fracturó una pierna por jugar baloncesto con amigos.
El subdirector del Hospital Mario Mendoza es un asiduo lector, que alguna vez soñó con ser astronauta. También un melómano que disfruta desde los contundentes fraseos de Metallica, el océano melódico del jazz, el complejo virtuosismo que habita en la música clásica o el ritmo elegante de la bossa nova brasileña. De todo.
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¿Cómo recuerda su niñez, doctor?
Vengo de un hogar bien estructurado: cuatro abuelos y dos bisabuelos. Mis padres estudiaron leyes, los dos, y a pesar de ser hijo único en la casa vivieron muchos primos y crecí rodeado de mucha gente.
¿Era bien portado?
Era reservado. Al crecer superé la timidez y me volví sociable pero era un muchacho bien portado. Ya en la adolescencia pues me empezaron a gustar las muchachas, comencé a incursionar en actividades y también hubo un poco de confrontación y rebeldía.
¿Era noviero?
Por una de ellas mis padres sentían preocupación, ya que me miraban muy metido al noviazgo; luego la relación terminó y mis padres se relajaron. Como estudié en el San Miguel, un colegio de varones, le exigía a mis padres que me pasaran al San Francisco porque ahí había muchachas... ja, ja, ja... esa fue una confrontación que perdí.
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¿Usted de joven se miró de adulto como psiquiatra?
Desde pequeño tuve la inquietud de la medicina y mi familia, sin hacerme perder mi libertad, hizo detalles espectaculares: me cuentan que una abuela que era modista me hizo una ropa que decía “seré doctor”. Pero quien influyó mucho fue mi padre por transmitirme el hábito de la lectura.
¿Fue en los libros que descubrió la medicina?
Como a los siete años me capturó la historia de un residente de neurocirugía, ni sabía qué era eso pero desde ahí empecé a soñar con abrir el cráneo de las personas para trabajar en los cerebros... igual, no sabía que Dios me tenía preparado abrir el cerebro de otra forma, a través de la psiquiatría.
¿Qué otros libros devoró en su niñez?
“Las mil y una noches”, los cuentos de los hermanos Grimm y mi papá se dio cuenta que me apasionaba el tema de los ovnis; soñaba con ser astronauta y tenía hasta disfraces. Mi padre me compraba literatura y me fui cultivando, luego pasé a la mitología griega y otras lecturas más.
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¿Qué siente al ser calificado por colegas como uno de los mejores psiquiatras del país?
Es difícil manejar eso porque no me percibo de esa forma, siempre he dicho que manejo mejor la crítica que los halagos; todo tiene que ver con la formación que me dieron, aprendiendo de los errores, pero es sano que le reconozcan cosas positivas y se los agradezco.
¿Considera que hay prejuicios políticos a la hora de tratar la salud mental?
El hombre es un animal político pero no me refiero a la política vernácula o a partidos; es difícil que un ser humano no tenga criterios, aunque en psiquiatría buscamos el sentir del otro, para eso uno tiene que despojarse del de uno.
¿Cómo hace para llegar a su casa y no ser el psiquiatra de sus hijos o familia o les aplica su profesión a ellos?
El doctor Américo Reyes Ticas (QEPD) era mi concuño -se casó con la hermana mayor de su esposa Liliana Rivera-. Cuando entrábamos a la casa era inevitable hablar de psiquiatría y recuerdo que nuestras esposas nos tenían amenazados si llevábamos el trabajo a la casa... por eso al llegar trato de ser jovial y reír. A mi esposa también la mareaba hablando de sociología o mitología... ja, ja, ja... ella me cambió.
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¿Un psiquiatra puede ver a sus hijos o a alguien y saber en qué piensa?
Nos entrenan para ver detalles, pero es cansado. Ya como a las 10:00 de la noche no puedo ni ver televisión. Sí puedo tratar algo que nos preocupe, de lo contrario nos desconectamos.
¿Ha tenido que superar algún incidente traumático en su vida?
Estaba en quinto grado y un caballo mal ensillado me botó, por lo que al caer tuve una lesión en la cara y perdí la conciencia. Después de eso desarrollé temor de acercarme a esos animales, pero lo superé.
¿Existe tabú en la salud mental, cree usted?
Sí, sin embargo he visto que ha ido cambiando si lo comparamos con 20 años atrás. La gente piensa que si tiene un problema de salud mental es que está loco y los problemas tienen que ver con ansiedad y depresión, imagínese que la locura por otras aflicciones no representa más del uno por ciento. También está el estigma.
¿Cuál es la pregunta más frecuente que le hacen en consulta?
Lo que más pregunta la gente es: “¿Doctor, me voy a curar?”. Los pacientes se preocupan cuando se dan cuenta que su condición puede evolucionar y que está relacionada con la hipertensión o la diabetes.
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J Balvin dijo una vez que los cantantes han salvado más vidas que los psiquiatras. ¿Qué opina?
Como amante de la música, sé que puede influir en los estados de ánimo de la gente de manera positiva o negativa, respeto esa posición. La música ayuda a la gente, pero está el otro extremo. Para el caso, en mi tratamiento planteo el estilo de vida saludable donde se incluye la música, la buena literatura o la espiritualidad.
¿A propósito, qué géneros son sus favoritos?
El rock, mis hijos me dicen que estoy viejo... ja, ja, ja... pero también soy amante del jazz, música clásica, acústica y gregoriana. Mi padre Mario Aguilar (QEPD) se reiría de mí porque ahora escucho la música que él escuchaba, él me hizo conocer la clásica y con eso me doy cuenta que voy envejeciendo. Mi padre era espectacular, un hombre muy culto.
¿Se echa su bailadita con su esposa?
De joven me encantaba bailar pero a mi esposa no, así que ella me fue calmando, me ha domado... ja, ja, ja... siento que ella es más abierta a nuevos géneros que yo, a mí me cuesta asimilar el rap o reguetón.
Dice el psicólogo canadiense Steven Pinker que nunca hemos estado mejor, pero, ¿por qué hay tanta depresión en la sociedad?
Sí, es cierto lo que dice. En cuanto a la civilización se han dado grandes cambios científicos como el estudio del genoma humano, la neurociencia, hay proyectos para descodificar el cerebro humano. Cuando hablo con colegas, creemos que la depresión incrementó con la posguerra, también soy del criterio que las grandes urbanizaciones, la falta de actividades saludables y a veces la tecnología predisponen a enfermedades mentales.
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