SANTIAGO DE CHILE, CHILE.-Todo sucede en la sala del hospital público Barros Luco de Santiago de Chile, que ha desmitificado la muerte en soledad por el virus del covid-19.
Unas 60 personas han fallecido en esa sala y más de la mitad recibió visitas de familiares y, considerando que la gran mayoría de los pacientes ingresan en un estado de profundo sopor, dijo la doctora Moyra López a la AFP, quien describe cómo otros enfermos de la unidad han fallecido sin ese acompañamiento, pero después de una videollamada.
Su herramienta es una tableta que atesora mensajes como “gracias, papá, por todo, anda y descansa”, o “abuelito lindo, escucha este tema que te gustaba tanto”.
Esta sala con ventanas que dejan colar una agradable luz natural y un ligero sonido de naturaleza fue acondicionada en el apuro de la pandemia, que hasta la primera semana de julio sometió a la población pero sin colapsar hospitales ni morgues.
López y su colega Natalia Ojeda, médica especializada en cuidados paliativos del hospital Barros Luco de Santiago, indicaron que cuando se supo sobre la muerte en soledad de los enfermos de covid-19 en China y Europa, la dirección del hospital priorizó prepararse con los protocolos y el personal especializado en alivio del dolor y fin de vida.
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El miedo y la muerte
Mientras auxiliares acomodan sobre una camilla el cuerpo de un hombre que acaba de fallecer, Ojeda y López explican su labor.
“Teníamos miedo antes de partir con esto por distintas razones; la de enfrentar la muerte delante nuestro, el miedo al contagio y también que era una enfermedad que no tenía que ver con lo que nosotros estábamos habituados”, sostiene López, de 44 años, quien después de cada jornada se reencuentra con su esposo y sus tres hijos.
“Pero lo más maravilloso, lo que nos ha protegido (anímicamente) ha sido el agradecimiento”, asegura. “El feedback tan positivo de los familiares, aquellos que pudieron venir y los que sintieron que su enfermo se fue tranquilo”, señala.
Los familiares que visitaron a los pacientes tuvieron que cumplir requisitos estrictos. Antes de pasar al sector donde están los enfermos, en su mayoría ancianos, hay una mesa con todos los accesorios que deben vestir antes de abrazar esos últimos suspiros.
El equipo de esta sala, en su mayoría mujeres, ha aprendido a animarse, a llorar juntas y a vencer el miedo al contagio entregando afecto, música y audios de seres queridos.
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Escuchar hasta el final
La doctora Moyra López acerca al oído de ‘don Manuel’ un mensaje de su hijo, “palabras de agradecimiento y también de aliento para irse en paz”, explica sobre la importancia de no estresar al paciente en esa última fase con mensajes como “lucha, tú puedes”.
Los signos vitales de ese hombre están por apagarse, pero en un tramo del audio, mientras López le estrecha su mano enfundada en látex, él mueve su cabeza, sin abrir los ojos, e incluso suelta un ruido.
“Siempre, pacientes incluso en estado de mayor inconsciencia que él, hay reacciones, respiran más rápido, se les acelera el pulso, tienen movimientos, por lo tanto, eso nos confirma día a día que la audición es el último sentido que se pierde antes de morir”, dice.