“Me enamoré de la Medicina y especialmente de la Urología”, dice el galeno Javier Flores, con la particular cautela que debe poseer un hombre que tiene en sus manos salvar vidas humanas; “lo hago con pasión, tanto en el Seguro Social como en el sector privado”.
Él es el único urólogo del país en hacer cirugías de cáncer de próstata y vejiga con laparoscopia urológica pero eso, lejos de engrandecerlo, lo compromete aún más con su pueblo.
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“Fui a sacar la especialidad a España. Decidí volver al país, pero fue una decisión difícil; me motivó el amor a mi familia y a esta bella tierra”, confiesa el doctor, mientras se acomoda en la sala 5323 del quinto piso del Hospital Medical Center.
Hombre con chapa de seriedad, pero capaz de sonreír al recordar su infancia en El Rincón, Choluteca: “Pocos saben que en la escuela era portero porque estaba gordito, ja, ja, ja”.
Doctor, buen día, ¿qué tal esos primeros años en el sur?
Fue una etapa preciosa. El sur es muy seco y cuando venían las primeras lluvias, con mi hermano menor nos encantaba salir a jugar en el agua e ir a los prados verdes. Nos íbamos a hacer cacería de palomas o a ponerle trampas a los animales, aunque los soltábamos. También íbamos a sacar camarones a una quebrada.
¿Y cómo es que un cipote de 12 años se viene sin sus padres a la capital?
Mis hermanos mayores ya vivían en Tegucigalpa. Le dije a mi padre: ‘Quiero irme a estudiar’. Mi papá no quería. Fue un momento de rebeldía en el que yo prácticamente exigí que quería venirme y lo conseguí.
¿Buen estudiante?
Sacaba buenas notas, no fui el mejor de mi colegio ni de la universidad, pero sí había ciertas cosas en las que yo destacaba más. Yo estudié Técnico en Computación y estaba claro que el que mejor programaba era yo; todo mundo en el colegio me miraba como un programador y yo me veía como un programador.
¿Y qué pasó?
Yo tenía que ir a una universidad pública por lo económico y allí no había programación. Cuando llegué a matricularme no tenía muy claro qué iba a estudiar y en el primer año de Medicina me seguía mirando como programador, ja, ja, ja... pero llegué a las cuatro clases difíciles del primer filtro de Medicina, como Anatomía Macroscópica y Fisiología, que es cuando tiene el cadáver... y allí me empezó a gustar. A partir de allí me enamoré de la Medicina.
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Luego se decanta por la Urología...
Sí. Me fui a estudiar a España. Lo que sí tenía claro desde que me fui es que iba a sacar una especialidad quirúrgica, era lo que más me gustaba, estar en quirófano.
¿Y siempre tuvo claro que iba a regresar a Honduras?
No, porque yo trabajé en España y allá vivía con mi esposa. La posibilidad de regresar fue muy analizada, influyó mucho la familia y dijimos: ‘Vamos a ser más útiles en Honduras que en España’, y no porque no nos fuera bien allá, sino porque las necesidades son mayores acá.
¿Lo mueve el hecho de salvar vidas, doctor?
Sí, eso definitivamente tiene mucha gratificación. No es cierto que uno de doctor se vuelve insensible, lo que hago es ver al paciente como si fuera un familiar. Al paciente trato de darle la misma calidad de atención a donde sea, a nivel público o privado. Eso ha sido una premisa.
¿Qué otro hecho ha marcado su vida?
Definitivamente el nacimiento de mis dos hijos. Costó un poco tomar la decisión de tener hijos porque pensaba que sería una limitante en cuanto a mi labor investigativa, pero fue maravilloso. Eso ha sido una situación que ha cambiado radicalmente la forma de ver el mundo y la vida. Han sido momentos inolvidables.
¿Cómo califica esta etapa de padre?
Única y difícil, ja, ja, ja... con las desveladas. Cuando toca cirugía al siguiente día, tratamos de no desvelarnos mucho, entonces planificamos con mi esposa o si no nos ayuda mi suegra.
¿Aparte de la Medicina tiene otras pasiones?
Jugar con los niños se ha convertido en mi hobby. Antes, que tenía más tiempo libre, hacía natación y salíamos a caminar. Evito ver los noticieros locales. Otro de los hobbies es ir a mi pueblo, voy por lo menos una vez al mes.
Hablando de pasiones, ¿le gusta el cine?
Voy al cine, lo que pasa es que en Honduras los médicos tenemos mucho menos tiempo para dedicarnos a otras cosas. Era amante de ver las series de Netflix, vi todas las temporadas de “Juego de tronos”.
¿Hay algún lugar en el que le gustaría vivir?
Me quedo con Barcelona. De España extraño su gente, un buen jamón ibérico y una buena copa de vino. En Honduras me quedo con Roatán; he conocido muchas playas y Roatán me sigue cautivando más. Tengo pendiente conocer India y hacer un safari en áfrica. De India me seducen los elefantes y la cultura.
Para un doctor no existen las fobias, ¿o sí?
Yo lo temo a las alturas, cuando estoy en un sitio muy alto me da vértigo, pero no es un miedo que voy a salir corriendo.
¿Qué le preocupa?
El cambio climático, todos debemos hacer más para evitar una catástrofe ambiental, pero sobre todo los que rigen los destinos del mundo y en este momento esas personas no están haciendo lo suficiente para dar un giro a esta situación que puede traer consecuencias devastadoras para la humanidad.