TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El asesinato del abogado Eduardo Montes, el 16 de septiembre de 2015, dentro de un elevador, a manos del joven Rigoberto Paredes Vélez, fue calificado por muchos como un crimen sin sentido, pues el móvil del mismo nunca quedó aclarado.
Y aunque el evento sangriento se desarrolló en cuestión de minutos, lo que más llamó la atención fue la inmediata captura del hechor tras cometer el ilícito. Algo poco convencional en Honduras, donde pasan días y hasta meses, por no decir años, para que se dé con los asesinos aunque hayan videos que arrojen pistas, como en el reciente caso del hijo del expresidente Porfirio Lobo, Saíd Lobo quien fue asesinado -junto a otros jóvenes- ante las cámaras de seguridad de un bar o la sonada huida de El Porky de unos tribunales, también frente a las cámaras.
En el caso del abogado Montes, las cosas fueron distintas pues poco después de que Rigoberto le lanzó la primera puñalada a Eduardo (frente al ascensor) las cámaras del complejo de oficinas empezaron a mostrarle al personal de seguridad lo que estaba sucediendo.
El video al que El Heraldo tuvo acceso el día del ataque (y que no mostramos por su contenido grotesco) muestra que el reloj marcaba las 10:30 AM cuando un joven de tez blanca que vestía una camiseta azul y pantalón jean (primer testigo) estaba en el interior del elevador, justo en el nivel 15 de la torre 1 del edificio Metrópolis.
Al momento en que se abre la puerta del ascensor se observa al jovencito que, asustado, mira hacia el exterior atónito y a los pocos segundos se ve que el abogado Montes, con su camisa ensangrentada, ingresa al elevador perseguido por Paredes. El hecho provoca que el jovencito no dude en salir corriendo del ascensor hacia la derecha, buscando ponerse a salvo.
La desesperada lucha de Montes por sobrevivir
Tras la salida del jovencito, Paredes se abalanza contra el abogado Montes para mantener el ataque a puñaladas, por lo que el abogado le agarra las manos intentando arrebatarle el arma homicida.
El forcejeo se produce en un término de cinco a ocho segundos, pero debido a la corpulencia del hechor, el abogado no pudo quitarle el arma, de inmediato el agresor le infiere una puñalada en el lado derecho del cuello para luego empujarlo, quedando el abogado de pie pero recostado en la pared del ascensor, mostrando debilidad.
Una vez que aleja a su víctima, Paredes, vistiendo una camiseta gris, jean azul y zapatos estilo burros color café, presiona los botones para cerrar la puerta y hacer que el elevador baje, todo esto era captado por las cámaras y la seguridad del lugar ya estaba en comunicación con la Policía para denunciar el suceso.
Segundo después Paredes Vélez le infiriere otra puñalada en el costado del cuello y luego intenta cortarle la parte frontal, mientras el abogado, ya sin fuerzas, cae al piso del ascensor, después vuelve a herirlo una vez más.
Los segundos pasaban, segundos que resultaron fatales para Montes, pues mientras la seguridad privada se abalanzaba al encuentro del ascensor para frenar el ataque y la Policía de su lado arribaba al lugar, el profesional del derecho murió debido a las múltiples heridas.
Del piso 15 (en donde el testigo los vio y corrió) hasta el piso 14 cuando la puerta volvió a abrirse ocurrió el ataque, fue en ese piso 14 que Paredes pretendió huir usando la puerta que conduce a las gradas de emergencia, lo que no sabía es que todo un operativo ya se había activado para darle captura.
Mientras bajaba las escaleras, Paredes no sabía que todas sus acciones estaban siendo monitoreadas por los elementos de la seguridad del edificio.
En el trayecto del piso 14 al 4, el joven tiró el arma blanca, pero los guardias ya sabían dónde estaba, por lo que cuando llegaron las autoridades policiales pudieron indicarles dónde la había botado.
Al momento en que Paredes bajaba las escaleras del cuarto piso, agentes de seguridad lo interceptaron y luego de someterlo a la impotencia le quitaron los cordones de los zapatos y le ataron las manos, las que mostraba laceraciones que sufrió durante el forcejeo y en las que también llevaba sangre de su víctima.
El monitoreo de las cámaras y la alerta rápida a las autoridades permitieron que ese día el asesino cayera en manos de la justicia, mientras su víctima yacía aún en la caja del elevador.