Sucesos

Consternación en sepelio de víctimas de tragedia

Yosely Karina Hernández y sus dos pequeños hijos fallecieron luego de que un automóvil cayera sobre su humilde vivienda.

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10.01.2014

El dolor y las lágrimas invadieron la triste escena. Sobre las polvorientas calles de su recordada Yarumela, tres féretros eran trasladados al cementerio general.

Ahí dentro, los cuerpos sin vida de Yosely Karina Hernández (31) y sus dos pequeños angelitos, Aidverson Andino (10) y Nelson Jasiel Medina (6).

El pasado miércoles, la muerte sorprendió a esta familia mientras dormía
luego de que un automóvil cayera sobre su vivienda ubicada en la colonia Lomas del Norte, en Comayaguela, y terminara con sus vidas de inmediato.

Aún suena incomprensible contar la historia de cómo murieron sin esperar un encuentro con la muerte dentro de la tranquilidad de su hogar, que fue arrebatada en solo segundos.

Sus familiares, desgarrados por el dolor, recordaban con nostalgia la felicidad que compartían en vida esta familia a pesar de la humildad con la que vivían.

El dolor más notable fue el de Nelson Medina, compañero de hogar de Hernández y padre del pequeño Jasiel, quien en su desconsuelo no podía entender el “abandono” en el que Dios lo dejó al ser una de las dos personas que se salvaron en el trágico incidente.

Sin embargo un dolor mayor era expresado en boca de los familiares de Hernández por la ausencia de Silvia Castillo (49), madre de la víctima. Castillo es una indocumentada en Estados Unidos que soportó el dolor a kilómetros de distancia al no poder retornar a Honduras para dar el último adiós a su “pequeñita”.

Mientras tanto, sobre el húmedo suelo del cementerio, las tías de la infortunada lloraban a su amada sobrina que, según sus testimonios, poseía un corazón solidario con el que siempre se distinguió en vida.

En los últimos minutos antes de sepultar los féretros, los hermosos recuerdos volvían a la mente de María Rubia Castillo, tía de la víctima, quien recordó ese “Feliz Navidad” que escuchó por última vez de Hernández.

“La última vez que conversamos fue vía teléfono el 27 de diciembre del año anterior y me dijo que me cuidara y me quería mucho, y platicamos de lo alegre que se ponían los niños cuando los visitábamos”, comentó entre llantos doña María.

Recordó los inolvidables momentos que compartían juntas al celebrar el cumpleaños de Hernández, quien solía ser una mujer servicial y con innata alegría.