Tegucigalpa, Honduras
En un abrir y cerrar de ojos, la vida de dos niños terminó.
Ambos menores, de dos meses y con una distancia de 88 kilómetros entre cada una de sus casas, compartieron un fatal destino: amanecieron muertos.
En la morgue, ambas madres, una capitalina y la otra de Comayagua, se recostaron sobre los cajoncitos a llorar a sus angelitos que debieron disfrutar más de este mundo.
Muertes misteriosas
La primera en tomar la palabra fue la joven Ericka López, quien en medio de lágrimas detalló que su pequeño iba a ser asentado con el nombre de Adison Calet López.
Apenas tenía 15 días de nacido, no presentó complicaciones al venir al mundo y hasta las 5:00 AM que le dio un beso todo estaba bien.
“No me explico qué pasó, el niño estaba tranquilo, después, a eso de las 6:00 AM que lo toqué estaba heladito y llamé de emergencia”, comentó la muchacha.
Al llegar, los paramédicos le dieron los primeros auxilios, pero ya no había nada que hacer.
A escasos pasos de ella estaba la familia del otro bebé, este tenía dos meses de nacido y era la felicidad de su casa.
Escuchar el relato de su madre era repetir la triste historia de Ericka. A las cinco de la mañana estaba bien, pero una hora después dejó de respirar sin explicación alguna.
Dolidos y con pocos deseos de hablar, la familia se limitó a decir que lo trajeron en ambulancia al Hospital Escuela Universitario, pero ya no traía signos vitales.