Comayagüela, Honduras
El reloj marcaba las 9:30 de la mañana. La fría sala de espera de la morgue del Ministerio Público y los presentes fueron testigos de la desgarradora escena de un joven al enterarse de la muerte de su padre y de su madrastra.
Hincado en el piso y con la cabeza apoyada en una silla, Kevin García, de 23 años de edad, lloraba como un niño luego de ver el rostro de su padre y de su madrastra que era mostrado por un empleado de dicha oficina médico legal. “¡Ayyy papá, mi padre!”, exclamaba en medio del llanto incesante y el consuelo de sus parientes más cercanos.
Disparos
Ambos, su padre y madrastra, fueron encontrados asesinados a disparos a eso de las 6:00 de la mañana del miércoles en la aldea Guasculile, casi frente a una de las viviendas de ese sector, situado en la salida al departamento de Olancho.
Las víctimas mortales respondían en vida a los nombres de Nelson Iván García Gómez, de 46 años, y Sandra Johana Mendoza Antúnez, de 33 años de edad, compañeros de hogar entre sí. De acuerdo con las pesquisas recabadas durante el levantamiento legal de los cuerpos, ella recibió al menos 25 disparos y él alrededor de 10 impactos.
Pero, el sufrimiento de aquel muchacho quebrantado por el deceso de su dos parientes no paraba. Su teléfono celular no dejaba de sonar. Muchos llamaban por que ya se habían enterado del suceso trágico, pero los otros que llamaban con angustia eran sus hermanos menores.
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“Papá, no te lo merecías”, lamentó Kevin.
En casa quedaban cuatro hermanos, de los cinco hijos que había procreado don Nelson, los dos menores con la extinta Sandra Johana. Estos no paraban de llamar a Kevin, quien había salido a buscar noticias de su papá y su madrastra. Con dolor por lo ocurrido, el joven no se atrevió a confesarles por teléfono a sus hermanos que sus papás ya estaban muertos.
Así ocurrió el rapto
Nelson Y Sandra fueron raptados el martes a las 9:45 de la noche. Sujetos llegaron sigilosamente hasta la casa de los ahora occisos en la colonia Brisas de Olancho.
Sin entablar muchas palabras fueron tomados por la fuerza y subidos a un vehículo, presuntamente una camioneta color gris. Ella estaba vendiendo golosinas, ya que esa era la manera de agenciarse fondos para su hogar.
Él, Nelson, le hacía compañía y también le ayudaba a cobrar lo que ella vendía. Nelson tenía más o menos una hora de haber regresado de Silca, Olancho, donde anduvo comprando hierro que después revendía en la capital.
Sus familiares, entre la consternación manifestaron desconocer cuál fue la razón que tuvieron los criminales para quitarles la vida, ya que no se metían con nadie. Tenían 17 años de vivir en Brisas de Olancho. Él era originario de Santa Bárbara y ella de Catacamas, donde hoy serán sepultados los dos cuerpos.
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