Mientras las lágrimas corrían por su rostro y sus manos se llenaban de un sudor frío, el papá del menor hondureño que murió el jueves envuelto por las llamas recordó los 18 meses de amor que logró vivir con su pequeño hijo.
Eran eso de la 1:30 de la tarde cuando la desgracia tocó la puerta de Ostin Josué Reyes en el momento que dormía en su humilde morada, mientras su padre trabajaba y su madre salió por un momento a una pulpería de la zona.
Suplica de la madre: “¡Quiero a mi hijo, no quiero nada más!”
La alerta de los bomberos fue inmediata, pero las llamas fueron más rápidas y en menos de 15 minutos la casa donde se encontraba el angelito ya se había consumido por el fuego.
El cuerpecito de Ostin se encontró en una esquina de los escombros, su bella sonrisa y sus grandes ojos no pudieron estar más con su humilde familia.
“Mi hijo... él iba con la mamá a dejarme comida, luego yo los venía a dejar en el carro. Para qué, él era todo para mí', aseveró Manuel Antoni Pérez, mientras llevaba sus recuerdos hasta aquellos maravillosos día que disfrutó de la presencia de su vástago.
“La mamá y yo dimos todo por él, lo único que me queda es dar gracias a Dios, porque Dios sabe por qué me lo quitó”, expresó.
Asimismo, el acomplejado hombre recordó las primeras palabras de su hijo y destacó que a él ya lo llamaba papá e identificaba a cada uno de los miembros de la familia por sus nombres. “Decía mamá, papá, miraba el televisor y decía gol”.
El cadáver del pequeño fue ubicado en un pequeño ataúd, rodeado de flores y velas, además de una corona que adornaba su cajoncito y una pequeña cruz donde estaba la leyenda de su nombre y la fecha de su nacimiento, así como la del día que dejó este mundo.
Miles de residentes de la colonia Villa Nueva de la capital así como Honduras entera lloran la partida de este pequeño ángel que se lleva su carisma y bellos ojos de la tierra para disfrutar el paraíso que le tienen preparado en el cielo.
