El grado de inseguridad en el barrio Buenos Aires y colonias aledañas ha alcanzado niveles alarmantes. Los moradores están presos en sus propias casas porque la zona está controlada por dos bandas criminales que imponen sus propias reglas en clara violación a las leyes del país.
Los niños no tienen libertad de jugar y moverse libremente. Muchos comercios han sido cerrados o acaparados por los mismos criminales, mientras que el transporte público opera bajo las condiciones que imponen los cabecillas de dos organizaciones criminales denominadas Los Chirizos y “El combo que no se deja”.
Estos grupos controlan las actividades delictivas de extorsión, tráfico de drogas, sicariato, tenencia de armas, asaltos y de algunas actividades comerciales que antes eran medios de ingresos de familias honestas que generaban empleos y con sus tributos contribuían al desarrollo de la capital.
Colonias como El Picachito, Buenos Aires, Japón, La Cantera, Viera, Miramesí, Villa Campesina, El Porvenir y parte del centro de la capital son controladas por estas organizaciones criminales cuyos cabecillas actúan impunemente y hasta se burlan de la mismas autoridades, según denuncias de atemorizados vecinos.
En la zona se registran actividades de crimen organizado y delincuencia común. En esta zona se mueven bandas de extorsionadores, asesinos a sueldo, violadores, secuestradores y otro tipo de criminales que tienen de rodillas a miles de pobladores y han obligado a otros a emigrar a otros lugares.
Los residentes de por lo menos 10 colonias no solo tienen que soportar las fechorías, los enfrentamientos armados, las balaceras y otros abusos, sino que muchas veces tienen que cargar hasta con el pago de los honorarios de los abogados cuando estos inadaptados son capturados.
Cuando algún miembro de esos grupos delictivos es llevado a los tribunales de justicia, sus compinches salen a las casas a recolectar dinero para pagar su defensa, según reveló una fuente.
Los negocios que quedan son pocos, porque los maleantes obligaron a sus dueños a cerrar operaciones.
Para el caso, según un denunciante, en la zona funcionaban entre seis y ocho fábricas de tortillas, sin embargo, solamente sobrevive una de la cual las autoridades no saben en qué condiciones sigue en funcionamiento.
Control de maras
En esta zona del norte de la capital, que hasta hace unos dos años se respiraba un poco de tranquilidad, los integrantes de las dos organizaciones criminales, que en la realidad son una sola, se creen los reyes con el derecho de correr a quien les estorba o se oponga a sus acciones.
Un ciudadano que vive en carne propia los atropellos de los inadaptados sociales reveló que hace poco tiempo en esas colonias habitaban varios policías, de los cuales algunos murieron y otros tuvieron que dejar abandonadas sus casas para proteger su vida y a su familia.
Manifestó que los delincuentes no “quieren ni sentir el olor a policías o militares” y cuando se dan cuenta de la existencia de alguno hacen hasta lo imposible para obligarlo que se aleje y, en el peor de los casos, atentan contra su vida o lo matan.
El fin de semana anterior se produjo un atentado criminal en la casa del portavoz de la Fuerza de Seguridad Interinstitucional Nacional (Fusina), el subteniente José Antonio Coello, el cual habría sido protagonizado por una de las dos bandas criminales que se han apoderado de ese territorio.
Los vecinos lamentan que la Policía y los militares realizan allanamientos y capturan a integrantes de esos grupos, sin embargo, más tardan en ser llevados a los juzgados cuando ya son dejados en libertad a pesar de que cayeron en posesión de armas, drogas y otras evidencias.
“Los policías hacen allanamientos y llevan detenidos, pero en un par de horas regresan riéndose de la misma autoridad y diciendo que el dinero lo puede todo”, expresó el informante.
Toda la gente honrada, dijo, está con temor porque ya estamos presos hasta en nuestras propias casas.
Criticó que allí la Policía llega por ratos, luego se van de la zona y los mareros salen de sus guaridas. Agregó que esos delincuentes solo saben decirles las personas que les estorban: “O se van de aquí o se mueren”.
“Lo que ellos (los delincuentes) quieren es retar a la Policía, matar a gente inocente, matar maestros o secuestrar niños para desafiar a las autoridades”.
Además, dijo que los mareros ya son dueños de mototaxis, controlan las colonias, donde empiezan a cerrar las entradas y salidas para que todas aquellas personas que llegan paguen por entrar o por salir. “Si no paga con dinero, lo va a pagar con su vida o con la vida de cualquier familiar”, expresó.
Contrario a lo denunciado por personas afectadas, un portavoz de Fusina dijo recientemente que la zona está bajo el control de la autoridad.
A raíz de la interrupción de un día de clases en la Escuela República de Panamá, Fusina mantiene presencia de elementos de la Policía Militar en la zona, sin embargo, muchos vecinos se quejan que los uniformados solo actúan contra la gente honrada.