Tegucigalpa, Honduras
-¡Buenos días joven! ¿En qué puedo servirle?
-¡Buenos, días! Vengo para hacer un recorrido por la casa.
-Muy bien, anótese aquí en el libro y sea bienvenido a la Casa Morazán.
Esta es parte de la rutina que realiza Andrés Hernández Casco, quien labora como vigilante del recinto cultural Casa Morazán.
De trato amable, cordial y educado, su presencia no pasa inadvertida para los más de 300 visitantes entre estudiantes y profesionales que a diario llegan al histórico inmueble donde el prócer unionista vivió en los años de su infancia y adolescencia.
Autodidacta
En “Andresito”, como de cariño le llaman sus allegados, descansa la responsabilidad y protección de los tesoros que con celo guarda la casa, como documentos, literatura, obras pictóricas, objetos, colecciones, entre otros, ligados a la vida del general Francisco Morazán.
Pero sus aspiraciones van más allá de desempeñarse como un guardia de seguridad, labor que realiza con entrega y eficiencia, él anhela convertirse en un guía donde se le permita dar a conocer a las presentes y futuras generaciones el legado morazánico.
Y es con este propósito y aunque solo cursó hasta tercero de ciclo, pero impulsado por su condición de autodidacta nato y amante de las artes y la cultura, que dedica su tiempo libre a prepararse y conocer más sobre la vida, obra y pensamiento del vencedor de la batalla de La Trinidad.
“He manifestado interés en los personajes de la historia, en los próceres y en particular Francisco Morazán y aquí, a pesar de que soy el vigilante, tengo que empaparme sobre su legado, pues quiero dar mi servicio como guía”.
Debido a este interés y por no dejar para sí lo que aprende, y cuando los encargados de ofrecer los recorridos por este recinto no se encuentran, Andrés toma la iniciativa de colaborar.
De esta manera fusiona su trabajo de proteger la Casa Morazán y transmitir el legado del paladín.