TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Un accidente lo dejó atado a una silla de ruedas y, aunque el destino le quitó sus piernas y la libre movilidad, los anhelos de Fredis González permanecen intactos. Para materializarlos, relató a EL HERALDO que le gustaría conseguir una cuatrimoto o un empleo para no mendigar ayuda en las calles.
Con 37 años, la juventud aún lo acompaña. Pese a eso, estar anclado a una silla de ruedas agrega mayores dificultades a su vida cotidiana. Él es autónomo y se las ingenia para subir las gradas de su casa y, cuando es posible, prepararse un café o cocinarse un huevo para alimentarse.
Mientras recuerda sus días como militar, guardia presidencial y agente municipal, sus palabras revelan que sueña con emprender si Dios, junto a la solidaridad de las personas, se lo permite.
Este rotativo conversó con el joven que, desde 2007, se convirtió en capitalino tras arribar a la ciudad desde Texíguat, El Paraíso. Aunque su estado calamitoso era más que evidente, las sonrisas que se dibujaban en su rostro, mientras reconocía el poder de Dios, dejaron claro que no guarda rencor al conductor de la cisterna que lo dejó sin sus piernas.
El fatídico 20 de noviembre
Casi cuatro años pasaron y, en su memoria, todo es confuso. Lo último que recuerda es que era un día normal en su nuevo empleo como guardia de seguridad en El Sauce, cuando el conductor de una cisterna lo atropelló.
“Lo que recuerdo es que desperté en el hospital. Fue un 20 de noviembre el día en que el médico del Hospital Escuela me dijo que para salvarme tenían que amputarme la pierna derecha. El 25 de diciembre, más o menos, me cortaron la izquierda”, indicó mientras tocaba sus muñones sentado en su silla en una esquina del mercado Perisur.
De acuerdo con el relato de González, una severa gangrena fue el motivo por el que los cirujanos del principal centro asistencial público de Honduras necesitaron dejarlo sin sus piernas.
“El médico me dijo que para salvarme la vida me iban a quitar la otra pierna. Se me salieron las lágrimas, me puse a orar y acepté el desafío que Dios me dio”, recordó mientras garantizaba que el Padre Celestial no desampara a nadie.
Lamentó que el accidente que cambió su vida ocurrió cuatro días después de ser contratado, por eso explicó que apenas recibió una modesta compensación económica. “Recién llegado a ese trabajo pasó esa desgracia, solo Dios sabe el motivo”, afirmó.
Sueño en pausa
Atrapado en una conmovedora realidad desde el accidente, movilizarse es un reto. Con la ayuda de personas que lo estiman, consiguió hace un año una cuatrimoto, un vehículo que lo animó a comenzar de nuevo, esta vez como emprendedor.
Sin embargo, la cuatrimoto que fue donada, según González, no venía en óptimas condiciones y repararla “a cada rato” es difícil, ya que no tiene los recursos para meterla al taller.
“Cuando conseguí la cuatrimoto, lo primero que pensé es que ya me movería. La anduve y me puse a vender cositas como franelas, calcetines, cosas así, pero desde que empezó a fallar no he podido repararla”, mencionó.
La cuatrimoto, que una vez generó un rayo de esperanza en su vida, ahora yace averiada. Sin ella, Fredis está condenado a la inmovilidad, mientras los días recordando cuando hacía mandados y ayudaba a todo el que podía, quedaron en el pasado.
Creer que algún día podrá ser el comerciante en el que se convirtió, moviéndose libremente y sintiendo el viento en su rostro, es la esperanza del ahora capitalino, mientras apela a la solidaridad de instituciones públicas, privadas y, sobre todo, los fieles lectores de EL HERALDO.
Si usted quiere ayudar a que Fredis González pueda conseguir una nueva cuatrimoto para fortalecer su deseo de emprender como comerciante o facilitarle un empleo digno, pese a su discapacidad, puede comunicarse con él directamente al número 3145-5886, o también puede comunicarse al número de la sección Metro 9940-0221.
Asimismo, si desea aportar económicamente, el número de cuenta es 200014854389 de banco Ficohsa a nombre de Fredis Jilber González Ramírez.