Tegucigalpa, Honduras.- Dentro del centro histórico de Tegucigalpa se encuentra uno de los patrimonios nacionales que resguarda la memoria del sistema penitenciario del país.
Sus muros, aún fríos y erguidos, son testigos silentes de ciudadanos que alguna vez estuvieron en su interior privados de libertad. Estas construcciones, implacables ante los anhelos de libertad, albergaron a políticos, poetas y estudiantes universitarios, muchos de ellos encarcelados por criticar a los gobiernos de turno.
Otros llegaron por delitos comunes, convirtiendo a la Penitenciaría Central en un reflejo de la sociedad y sus faltas. “El edificio representa un lugar de memoria sobre la represión política.
En sus recintos estuvieron presos políticos durante muchos años”, recordó Rolando Canizales, titular del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH).
Añadió que este patrimonio “es un símbolo de la política represiva de diferentes gobiernos”.Construida entre 1883 y 1888, durante el gobierno de Marco Aurelio Soto, la antigua Penitenciaría Central de Tegucigalpa es considerada Monumento Nacional con categoría A en los registros del IHAH.
Ubicada en un lote de una manzana de tierra a orillas del río Chiquito, afluente del río Grande o Choluteca, la edificación está protegida por una muralla con cuatro torreones circulares en sus esquinas, construidos en piedra tallada.
En el centro del predio se encuentra la Nave Carías, el edificio principal de dos niveles.Las gruesas paredes de adobe, de 90 centímetros de espesor, resguardaban un interior donde los entrepisos eran de madera y los pisos de barro.
Según registros históricos del IHAH, la cubierta del edificio se construyó con teja, y las ventanas tenían enrejados con detalles de hierro forjado. Su fachada sencilla y lineal culmina en una cornisa que precede a un parapeto discreto.
Rolando Canizales expresó que el espacio tiene un gran potencial para convertirse en un centro cultural. “Es un sitio amplio y accesible que puede dinamizar la vida cultural del centro histórico de Tegucigalpa”, afirmó.
Por ello, la Alcaldía Municipal del Distrito Central, con asesoría del IHAH, impulsa un proyecto para transformar la penitenciaría en un centro cultural que resalte la riqueza histórica de la ciudad.
El plan incluye la conservación de la Nave Carías, un salón de usos múltiples, dos galerías de arte y un escenario al aire libre para presentaciones artísticas.
Asimismo, la Comisión Ciudadana del Centro Histórico, una organización de la sociedad civil, ha propuesto programar actividades culturales en el recinto para que se convierta en un verdadero lugar de memoria.

Reflejo del contexto histórico
El historiador Daniel Vásquez explicó que la penitenciaría surgió en el contexto de la Reforma Liberal en Honduras, cuando la ciudad crecía y se hacía necesario un recinto específico para los reclusos.
“El presidio jugó un papel clave en la historia política del país. En 1904, por ejemplo, tras el asalto al Congreso Nacional, los seguidores de Policarpo Bonilla y el estadounidense Lee Christmas tomaron prisioneros a los diputados liberales y los llevaron a la penitenciaría a punta de pistola”, relató.
Durante el gobierno de Tiburcio Carías Andino, también se encarceló allí a numerosos presos políticos. Además, en el lugar funcionaba un centro de rehabilitación donde los reclusos fabricaban guitarras y otros objetos artesanales.
El huracán Mitch de 1998 causó graves daños a la estructura, pero la solidez de sus muros de adobe ha permitido que se mantenga en pie como testimonio de su tiempo.

Tesoros ocultos
Para la arqueóloga María José Mineros, la importancia de la penitenciaría no radica solo en sus paredes visibles. “Bajo la superficie se han encontrado materiales como cerámica, obsidiana y otros elementos arquitectónicos que no son evidentes a simple vista”, explicó.
Añadió que la construcción sigue un modelo inspirado en las prisiones estadounidenses de la época, cuando en Latinoamérica se buscaba romper con el régimen colonial e implementar nuevas formas de reclusión.
Las investigaciones para recuperar más datos del inmueble continúan, aunque muchas fuentes documentales se perdieron con el huracán Mitch.
“Hasta el momento, no hemos encontrado evidencias de calabozos o métodos de tortura, aunque la historia oral sugiere que en este lugar hubo desapariciones”, afirmó Mineros.
Testimonio
Marisol Garay recuerda con nostalgia su infancia, cuando visitaba a su padre, quien estuvo encarcelado en la penitenciaría durante 18 años.“En 1987, hacía largas filas con mi madre bajo un sol ardiente para poder verlo”, contó Garay, quien hoy trabaja en la Policía Municipal.
Paradójicamente, su labor la llevó de regreso al mismo lugar donde su padre estuvo preso hace más de tres décadas.“El destino es extraño... nunca imaginé que terminaría trabajando aquí, donde pasé tantas horas esperando para ver a mi papá”, reflexionó.
Cuando el huracán Mitch golpeó en 1998, su padre fue trasladado a la cárcel de Támara. “Curiosamente, en ese tiempo yo ya era policía nacional y fui parte del equipo que lo trasladó”, recordó con emoción.
Para Marisol, la antigua Penitenciaría debe preservarse como un centro cultural que mantenga viva la historia del país. “Es fundamental no perder estos espacios y enseñar a las futuras generaciones lo que sucedió aquí”, dijo la entrevistada.
Expertos en historia y arqueología coincidieron en que la antigua Penitenciaría Central de Tegucigalpa, más que un edificio, es un testimonio tangible de la historia política y social de Honduras.
Desde su construcción en el siglo XIX hasta su papel como prisión de presos políticos y criminales comunes, ha reflejado el contexto de cada época.
Su transformación en un centro cultural no solo busca preservar su legado arquitectónico, sino también mantener viva la memoria de aquellos que pasaron por sus fríos y crueles muros.
Conservar este espacio, al igual que muchos otros en la nación, es fundamental para comprender el pasado y fomentar el diálogo sobre la historia y la identidad del país.
Es responsabilidad de todos legar a las futuras generaciones un patrimonio que recuerde las raíces del pasado y genere identidad en cada ciudadano hondureño.