LEPATERIQUE, HONDURAS.-Los habitantes del siglo pasado del municipio de Lepaterique vieron con extrañeza que un rebaño de ovejas llegaba al pintoresco lugar, sin imaginarse que a través del tiempo estas generarían un arraigo cultural en el antiguo poblado indígena, pues se quedarían para siempre entre la vegetación y el frío clima de la sierra montañosa del “Cerro del Tigre”, originalidad de su nombre en lengua lenca.
Y es que en los tiempos de Carías Andino había migrado al municipio un hato de ganado ovejuno con el propósito de que las comunidades más pobres intentaran buscar otras opciones de subsistencia diaria, aprovechando las carnes y la lana que estos cuadrúpedos pudieran proporcionar con el cuido y la buena alimentación.
No obstante, la llegada de aquellos animalitos no interesó a los lepateriqueños, pues los pobladores no acostumbraban a consumir carne de oveja.
Desde tiempos inmemorables se sabe que el ganado ovino tiene la capacidad de adaptación a las diferentes temperaturas debido a su grueso pelaje o lana que aísla el frío y lo protege, es por esa razón que Carías consideró que debido al clima helado de Lepaterique era conveniente mandar un hato de ovejas para que los campesinos cuidaran y aprovecharan su producción.
Sin embargo, las autoridades de ese momento dejaron pasar por alto que los habitantes no tienen como costumbre consumir esta carne, lo que causó que los corderos quedaran pastando en las tierras del pueblo para siempre.
Freddy Servellón, originario de la comunidad e historiador municipal, refirió que los animales “llegaron y, como no es tradición en Lepaterique comerlos, no les dieron la importancia debida y se multiplicaron”.
Amplió que, según la historia, en el tiempo de Carías Andino se enviaba semovientes a diferentes municipios de Honduras para que la gente pudiera producir alimentos.
Agregó que el tipo de animales que se mandaba a las localidades era según el clima del lugar. “A unos les envió vacas, a otros cerdos. En tanto, algunos recibían gallinas u ovejas, en este último resaltaba Lepaterique por la situación del clima y la vegetación”, enumeró el entrevistado.
Patrimonio
Casi un siglo de historia andante tienen las tradicionales ovejas del municipio, lo que las convierte en un patrimonio viviente, pues sus ojos vieron a lo largo de los años a generaciones de lepateriqueños y allegados que con delicadeza acariciaban su pelaje natural protector de las inclemencias del tiempo.
Don Julio Soto, vecino de la localidad, recordó que para la década de los 70 del siglo XX, cuando él era policía auxiliar, parte de la actividad encomendada era cuidar de este patrimonio.
“Se sacaban por la mañana de donde es ahora la cooperativa de resina, y por la tarde se encerraban en el mismo lugar. Las ovejas caminaban por la calle principal frente a la alcaldía”, recordó mientras se acomodaba el sombrero de estilo campechano.
Soto mencionó que de la hacienda ovejuna, los alcaldes de diferentes periodos sacrificaban animales cada 31 de diciembre para dar deliciosos platos de comida a algunos pobladores del lugar a quienes les gustaba esta proteína, no obstante, la costumbre se fue perdiendo durante los años en el municipio.
En la actualidad, este patrimonio cultural del pueblo lenca está al cuidado de las autoridades municipales. Luis Alonso Turcios es el encargado del pastoreo y menciona que son animales agradecidos, pues “comen grama y cualquier pasto verde”.
Agregó que la Alcaldía de Lepaterique les compra alimentación y les brinda el cuidado necesario para que puedan estar sanos y protegidos.
El pastor de ovejas refirió que todos los lepateriqueños deben tener conocimiento de que estos animalitos son patrimonio del municipio y es prohibido dejar de velar por ellos, pues forman parte de la historia.
Por otro lado, la vicealcaldesa del municipio, Rosa Martínez, dio a conocer que estos semovientes “se están cuidando; primero, por ser patrimonio del municipio”.
Asimismo, mencionó que “en épocas anteriores, las ovejas andaban solas en diferentes barrios y los perros les causaban daños, en especial a las pequeñas”.
En cuanto a la alimentación, la funcionaria dijo que “en tiempos de verano es cuando más comida se les compra”.
Expuso que se destinan de 2,500 a 3,000 lempiras mensuales en compras de concentrado, maíz, desparasitantes, vitaminas y otros.
Historiador
El historiador Daniel Vásquez opinó que desde épocas atrás el gobierno central, de una u otra forma, siempre ha querido ayudar con políticas dirigidas principalmente a los municipios. Sin embargo, “se equivocan, pues creen que solo con mandar cosas están desarrollando las comunidades”.
El experto ejemplifica el caso de Lepaterique, en cuanto a que las ovejas no debieron ser un proyecto considerable para la localidad, pues a las personas no les gusta este tipo de carne de oveja.
Vásquez mencionó también que las autoridades locales, a través del tiempo, no han sabido aprovechar esta ayuda. “En 80 años más bien deberían tener una producción semiindustrial de todo lo que producen”, exhortó.
No obstante, reconoció que la hacienda ovina puede ser un patrimonio del municipio por la cantidad de años que se le ha dado continuidad, pues “ya la gente lo toma como que es parte de ellos: hablan de las ovejas, entienden de dónde vienen, dónde se llevaban y hasta el lugar donde bebían agua”.
El experto mencionó que lo anterior genera identidad a la comunidad, pues “lo toman como propio, como parte del patrimonio, y esto genera un arraigo”, consideró.
Analizó que este sentido de pertenencia lo distingue de “otras actividades o cosas que tienen las demás comunidades y eso se convierte en patrimonio del pueblo”.
Lepaterique se encuentra a unos 45 kilómetros de Tegucigalpa. Es un pueblo muy cultural donde se conservan algunas costumbres como el Guancasco, que es un encuentro de hermandad entre dos pueblos que se celebra cada 25 de julio, en este caso entre la comunidad hermana de Ojojona.