TEGUCIGALPA,HONDURAS.- Las 11 semanas sin percibir ingresos tras prohibirse el funcionamiento del transporte público han puesto en precario la economía de los obreros del volante.
El sonido del motor de las inmóviles unidades suena solo cuando los conductores encienden su vehículo para evitar daños colaterales por el desuso. También cuando la poca suerte que ha dejado la pandemia a todo nivel golpea sus puertas o reciben un llamado telefónico para recibir una bolsa solidaria.
Asimismo cuando deciden sumarse al llamado de los dirigentes para manifestarse en las calles de las ciudades gemelas.
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78 días sin operar
En el Distrito Central, más de 9 mil taxis y buses urbanos comenzaron a detener sus servicios desde el 16 de marzo. Los 78 días sin trabajo son un vía crucis difícil de superar.
Según las estimaciones realizadas por EL HERALDO, a través de entrevistas con los afectados, la pandemia arrebata del bolsillo de los transportistas capitalinos un mínimo de 250 lempiras diarios.
En días buenos, al restar las tarifas y el gasto por combustible, cada piloto con suerte obtenía hasta 500 lempiras.
El tiempo que lleva el distanciamiento social sustrajo a cada miembro del vilipendiado rubro entre 19 y 38 mil lempiras.
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Con su forma de expresarse sencilla y su lenguaje coloquial, los choferes relataron sus dificultades: el hambre aprieta y las deudas suman.
El estrés e incertidumbre de cocinas vacías amplifica la incomprensión hacia sus necesidades básicas, entre la precariedad que los cobija, claman “¡ayuda!”. Aunque reconocen que las raciones de comida que reciben del gobierno les ayuda a “no morir de hambre”, el asistencialismo no es una solución y es como “tapar el sol con un dedo”, pues ellos buscan trabajar y no mendigar, aseguran.
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Flagelo eterno
Es uno de los rubros más golpeados por la delincuencia. A inicio de 2020, la dirigencia de la Asociación de Taxis de Honduras (Ataxish) reportó que al menos cinco asaltos ocurrían a diario en las unidades, solo en el Distrito Central.
A pesar de ser una de las profesiones más peligrosas e inseguras desde hace décadas, en la capital funcionan más de 70 rutas de buses y 101 puntos de taxis bajo la amenaza de “pagar la renta o atenerse a las consecuencia”.