COMAYAGÜELA, HONDURAS.- Un recorrido de poco más de 1.5 kilómetros revela una desoladora imagen que afecta profundamente a un tramo de Comayagüela, que se extiende desde el barrio Las Crucitas, atraviesa la cuesta de El Centavo y llega hasta la concurrida y bulliciosa séptima avenida.
Desde el momento en que uno ingresa a este sector, el aire se satura con un penetrante hedor de aguas residuales, provenientes de tuberías que fluyen sin control, lo que es una señal perturbadora de la decadencia que afecta la zona.
La presencia de personas que, por falta de mejores opciones, realizan sus necesidades en las calles, mancillando así la dignidad de este rincón de la ciudad, es un testimonio incómodo de la persistente desigualdad social.
“El hecho de que aquí huela a cagada y miada no es nada nuevo. Solo tiene que observar el lugar en el que nos encontramos y contar la cantidad de lugares inapropiados que existen. Así que no se sorprenda; ni siquiera el alcalde se atreve a entrar aquí”, expresó Juana Ávila, una residente.
Además, las calles están marcadas por enormes baches y agujeros que desafían a cualquier vehículo que se atreva a recorrerlas, convirtiendo cada desplazamiento en una experiencia incómoda y dañina tanto para automóviles como para las motocicletas.
“Compa, atravesar estos lugares es complicado. No he jodido la moto porque Dios es grande. Si me brinda la oportunidad de hablar con el señor Jorge Aldana, le pediría encarecidamente que repare estas calles”, dijo Wil Fúnez.
No es de sorprenderse que la delincuencia encuentre refugio en este ambiente de decadencia, donde las sombras y el abandono proporcionan el escenario perfecto para actividades ilegales.
Ante esta situación, los capitalinos solicitan con insistencia que tanto Seguridad como la Municipalidad trabajen en esta zona para eliminar el desorden y la delincuencia, convirtiendo esta parte de la ciudad en un lugar mejor para todos.
“Alcalde, queremos tener un mejor lugar. Ayúdenos con los baches y con arreglar lo demás, queremos vivir mejor”, manifestó doña Reina Cabrera