Tegucigalpa

Pintamos sonrisas en la lejana aldea La Majada, en Talanga


La felicidad de los niños iluminó las verdes montañas de Talanga. La pobreza y la soledad de la zona fueron reemplazadas por alegría.

FOTOGALERÍA
03.01.2014


La cara tímida de Gabriela Hernández esbozó una linda sonrisa que dejó ver sus pequeños dientes, sus ojos se iluminaron y, feliz, dijo “gachas pol mi legalo”, al contemplar entre sus manos la muñeca que el equipo de EL HERALDO le entregó en su humilde morada en la comunidad de La Majada, municipio de Talanga.


Tres niñas salieron de entre los matorrales, sus pies descalzos y llenos de lodo corrieron hacia donde estaba Gabriela. “Deme uno a mí también” dijo Mabel, quien sonrió contenta y apartó de sus ojos los cabellos llenos de tierra que le impedían disfrutar de tan hermoso obsequio.


La timidez de las otras dos pequeñas desapareció cuando los ayudantes de Santa les entregaron los obsequios que pintaron hermosas sonrisas en las sucias e inocentes caritas que brillaron de alegría.


El viaje parecía no acabar y la ilusión de dibujar sonrisas se disipaba. Sin embargo, a orillas de la fangosa carretera, Darwin y Josué Hernández descansaban bajo la sombra de los verdes pinares, su cansancio era razonable, pues, en sus espaldas cargaban dos enormes bultos de leña.


Al ver acercarse el auto lleno de obsequios, su cara denotó extrañeza, sin embargo, sonrieron muy contentos al obtener un regalo que jamás pensaron recibir, pues en su inocente infancia el único juguete es el arduo trabajo de campo, donde sus manos se mezclan con el color de la tierra.


Más adelante, detrás de una finca de caña se observaban varias casuchas apenas mantenidas en pie. Los ayudantes de Santa comenzaron a gritar ¡vengan niños, vengan, les traemos juguetes!


La respuesta no se hizo esperar y en cuestión de segundos, varios niños se aproximaron hasta la carretera donde el agua de los charcos reflejó la felicidad de los infantes.


El motor del trineo comenzó a sonar y era hora de partir, pero no sin antes darle un regalo a Wilson Ilías, de 7 años, que, cansado y sudoroso, llegó a pedir un presente.


El viaje continuaba y la noticia: “andan regalando juguetes”, se esparció por toda la comunidad.


En otro caserío al ver llegar el auto, cientos de niños corrieron a su encuentro y bajo un frondoso árbol, la felicidad arropó con un cálido abrazo de solidaridad a los niños de todas las edades de la humilde zona.


El sonido de unas chancletas de hule que golpeaban los charcos irrumpió la fiesta, mientras otros pequeños corrían con sus pies descalzos a todo vapor por los matorrales que rodean la carretera.


Los niños corrían detrás del trineo de Santa, y al recibir un obsequio, ansiosos abrían el empaque para saber qué contenía.


La felicidad se hizo presente en la zona, pues, “es la primera vez que se acuerdan de nosotros y que nos traen regalos”, dijo doña Juana Amador, abuela de tres pequeños.


Y es que la alegría no tiene lenguaje y las palabras no son necesarias para dar a conocer cuán feliz se siente un corazón.


Tal es el caso del pequeño Nolber Ilías, quien no puede escuchar, ni hablar. Sin embargo, una enorme sonrisa invadió su carita y con ello dijo lo feliz que se sentía al contemplar entre sus manos un paquete de autos.


Al igual que Nolber e Irma Amador, la felicidad apresó entre sus manos a Irma Pineda de 12 años, que tomó la cuerda y comenzó a saltar, mientras una sonrisa cubría su rostro.


Entre tanto, para unos las fiestas navideñas son época de alegría y regalos, para los cientos de niños que habitan La Majada es un jornada normal de trabajo.


Puesto que la rutina y las labores en el campo absorben sus vidas, ya que los días transcurren como otro cualquiera, no obstante, la visita del equipo de EL HERALDO, marcó la diferencia en la triste y lejana comunidad.


Hasta los más pequeños obtuvieron su regalo, y llegaron en los brazos de su madre a recibir la recompensa que les envió Santa por haberse portado bien.


Un sonoro adiós y un masivo “gracias EL HERALDO” se perdió en el eco de la montaña y los ayudantes de Santa desaparecieron en la arteria de tierra. A sus espaldas, cientos de niños retozaban de felicidad, pues una inesperada sorpresa convirtió su día en una fecha inolvidable.


Gracias a la solidaridad de los capitalinos y empresas que contribuyeron a la campaña “Regale un Juguete en Navidad” cientos de pequeños sonrieron felices y sus sueños se hicieron realidad.