“Esa de ahí es una mujer poseída”, dice el padre Vincenzo Taraborelli mientras señala un fresco del siglo XVIII en su iglesia de Roma, en Italia. “Mientras la sostienen, tiene la boca abierta y pequeños demonios salen de su cuerpo. Está siendo liberada”.
Es una escena que el sacerdote de 79 años dice que conoce bien. Durante los últimos 27 años, el padre Taraborelli se ha dedicado a los exorcismos, el rito católico para expulsar a los malos espíritus del cuerpo de una persona.
El religioso llegó al trabajo por casualidad, cuando un compañero sacerdote necesitaba ayuda. “No sabía qué era, no lo había estudiado”, cuenta el padre. “Me dijo lo que tenía que hacer, yo era totalmente ignorante”.
Desde entonces se ha convertido en uno de los exorcistas más solicitados de Roma y la Iglesia Católica está trabajando por encontrarle sucesores más jóvenes.
Taraborelli trabaja tres días a la semana en una habitación sin ventanas en la parte trasera de su iglesia, cerca del Vaticano. A veces atiende hasta 30 personas por día.
“Antes de hacer los exorcismos, exhorto a la gente a ver a un psicólogo o a un psiquiatra y les pido que me den su diagnóstico.
Estoy en contacto con muchos psicólogos que envían a sus pacientes aquí”, comenta.
En un lado de la sala, un armario está lleno de cientos de pequeñas estatuas de ángeles. En un cajón, el cura guarda dulces para repartir entre sus visitantes.
En la pared hay un certificado oficial que muestra su calificación de exorcista.
El escritorio del padre Taraborelli está lleno de papeles, fotos y libros de oración. Se sienta en una silla sencilla y los que vienen a verlo se sientan frente a él.
“Primero preparo la sala”, dice. “Entonces, si la persona no está bien, trato de calmarla, tranquilizarla. La invito a que se una a mí en oración, pero muchos cuando llegan aquí ya están demasiado perturbados”, dijo