TEGUCIGALPA, HONDURAS.- No hace falta ser adulto para sentir desesperanza, tristeza frecuente o sensibilidad extrema. En otras palabras, la depresión se puede desembocar en cualquier etapa del desarrollo humano, incluida la primera infancia.
Así lo explica la psicóloga Diana Lozano. “Desde el momento que nacemos y nos encontramos fuera del vientre materno estamos pasando por un cambio radical que puede generar una crisis tanto a nivel individual como familiar. Vemos a bebés con llantos incesantes, rechazo de toda su alimentación, estreñimiento, etc”.
La experta alude que toda situación que nos sacuda y nos lleve a salir de nuestra zona de confort puede desatar una depresión. “Aquellos eventos que como niños, niñas y adolescentes no esperamos vivir pueden converger en nuestro cerebro, haciendo que los neurotransmisores (dopamina y serotonina) tengan cambios agudos y nos desestabilicen”, explica.
Estados de tristeza, llanto, emociones fluctuantes constantes, afectaciones físicas como cefaleas, bajas de peso, estreñimiento, pensamientos irracionales sobre su entorno y sobre sí mismos, entre otros signos y síntomas, se pueden visualizar en niños, niñas y adolescentes con depresión.
Incidencia
La experta menciona que los casos en que mayormente se desencadena la depresión en la infancia son aquellos que guardan relación con situaciones traumáticas de vulneración de los derechos. O sea, crisis generadas por su sistema de protección (padre, madre, encargado o tutor) que le hayan causado un daño al pequeño, al vulnerar sus necesidades emocionales, físicas y sexuales.
Finalmente, la migración, el acoso escolar, problemas económicos dentro de la familia, enfermedades en el núcleo familiar, muerte de un ser humano importante, cambios educativos, el uso desmedido de la tecnología, actividades donde el niño o la niña se expone de manera negativa o abrupta sin su consentimiento son otros desencadenantes.
Otros factores
Preste atención a estas otras señales que podrían estarle avisando que su hijo o hija no está bien:
Afectaciones físicasDesde la primera infancia pueden manifestar ansiedad, acompañada de fobias, encopresis (resistencia a defecar) y enuresis (descontrol de sus esfínteres de orina).
Impacto socialExpresión facial triste, indiferente o inexpresiva, poca o nula interacción social donde el juego se hace presente y se ve anulado, al igual que la expresión del habla casi evasiva.
Conductas inusualesLa irritabilidad y las rabietas frecuentes también son síntomas de una posible depresión, pese a que muchos padres piensen que se trata de falta de obediencia.
Apoyo profesional
“Los padres que sospechan que su hijo o hija podría tener depresión deben, inmediatamente, hacer una reunión familiar donde se busque la comunicación, el apego seguro y la funcionalidad del niño o niña, con el fin de explicarle el apoyo que recibirá, ya sea en un centro público o privado, por parte de un psicólogo infantil, pediatras, psiquiatras, trabajadores sociales, educadores especiales o neurólogos infantiles que generen un equipo multidisciplinario y que, a través de un plan de acción, logren una intervención adecuada para guiar a la familia”, apunta la psicóloga.